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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El cuento que sirve de pórtico hoy a esta columnejilla es en extremo majadero. Lo leyó el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite cometer adulterio a condición de que éste no sea precedido por el baile, actividad que esa iglesia prohíbe terminantemente), y fue víctima de un síncope vasovagal que lo dejó privado de sentido durante varias horas. Ese tiempo lo aprovechó su esposa para ir a comprarse unas medias de malla que su marido le había prohibido adquirir por temor a las críticas de la congregación. He aquí el cuento que le causó aquel vahído al reverendo... Susiflor buscó a su mejor amiga, Rosibel, y le pidió un consejo. "En mi caminata matutina por el parque -le contó- conocí a un hombre maduro que me dijo de buenas a primeras que admiraba mucho mi derriére, tafanario o traspuntín, y que le gustaría mucho, cualquiera de estas noches, aprovechando la cómplice penumbra del jardín, que me agachara yo hasta el suelo, postura que el aprovecharía para hacerme una serie de tocamientos que le permitieran disfrutar la redondez, morbidez y turgencia de mi doble hemisferio posterior. Añadió que a fin de hacer que me coloque yo en esa posición pondrá 500 pesos en el suelo, y al agacharme yo a recogerlos él cumplirá su deseo a voluntad. Te confieso que tengo necesidad de aquel dinero. ¿Crees que debo aceptar su ofrecimiento". "Acéptalo -contestó Rosibel sin vacilar-. Él es un hombre entrado en años ya, según me dices; seguramente será también lento de movimientos. Tú, en cambio, eres ágil y rápida. Cuando él ponga los 500 pesos en el suelo agarra el billete y échate a correr. El ruin sujeto ni siquiera tendrá ocasión de poner la mano en tu trasero, no ya de toquetearlo como quiere, ni menos aún de sobarlo lascivamente, con lujuria deletérea e insana turpitud". No entendió Susiflor la mayor parte de la perorata de su amiga, pero sí alcanzó a entender que le recomendaba aceptar la propuesta del señor. Días después las dos amigas se encontraron, y Rosibel le preguntó con ansiedad a Susiflor. "¿Qué sucedió aquella noche? ¿Te hiciste de los 500 pesos?". "Sí" respondió con extraño laconismo Susiflor. "¡Magnífico! -se alegra Rosibel-. Y de seguro el idiota se quedó con un palmo de narices. Agarraste el billete que había puesto en el suelo; echaste a correr; y él ni siquiera tuvo tiempo de tocarte el nalgatorio". "La cosa no fue así -replica muy mohína Susiflor-. El tal por cual puso los 500 pesos en monedas de 10"... (Nota: he medido aproximadamente el tiempo que tardó Susiflor en recogerlas, y calculo que el lúbrico señor dispuso de casi 15 minutos para regodearse a su sabor en aquel libidinoso sobeteo. A la pobre Susiflor deben haberle quedado las pompas como mashed potatoes, si me es permitido el uso de una expresión foránea)... Las alzas en el precio de la gasolina son en verdad un nuevo impuesto que debemos pagar los ciudadanos al Gobierno, y constituyen un factor de inflación que aumenta más el costo de la vida. Acaba de pasar el Día de las Madres. De no ser así yo escribiría que cada uno de estos gasolinazos es un madrazo para la economía de los mexicanos, si me es permitido el uso de una expresión local... Le dice el médico a Empédocles Etílez: "No puedo hallar la causa de su padecimiento. Seguramente se debe a la bebida". "En ese caso -replica Empédocles muy digno-, regresaré cuando esté usted sobrio"... Llegó Babalucas a una manfla, o sea burdel, y le preguntó a la madama que regenteaba el establecimiento: "¿Cuánto cuesta estar aquí con una mujer?". Responde la individua: "Depende del tiempo". Precisa Babalucas: "Digamos, con cielo despejado y vientos leves"... FIN.

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