En clase se hablaba del amor. Dice Pepito: "La primera vez que mi mamá vio a mi papá se enamoró perdidamente de él". "¡Ay, qué hermoso! -se emociona la maestra-. Y seguramente sigue enamorada". "No sabría decirlo -responde Pepito-. Nada más esa vez lo vio"... Aquel señor halló la luz de la verdadera fe y comenzó a dedicar todo su tiempo a difundirla. Andaba por las calles con un letrero que decía: Ama a tu prójimo. Su celo de converso era tal que por entregarse a hacer prosélitos descuidó toda otra obligación, lo mismo de trabajo que de atención a su casa y a su esposa. Cierto día, después de una dura jornada en la que anduvo paseando por toda la ciudad su letrero Ama a tu prójimo, llegó a su casa sólo para encontrar a su señora en estrecho abrazo de coición con un desconocido. Le dice alegremente la mujer: "¡Qué bueno que llegaste, Fanicio! ¡Te presento a mi prójimo!"... El médico le pregunta al señor: "¿Le funcionaron bien las pastillas para dormir que le receté?". "No, doctor -responde con tristeza el hombre-. Lo único que se me durmió es lo que no quiero que se me duerma cuando no puedo dormir"... Hace más de 100 años don Porfirio dijo que los mexicanos ya estábamos maduros para la democracia. Después de un siglo me pregunto si tenía razón. Al porfiriato siguieron las luchas revolucionarias, las cuales fueron en su mayoría sangrientos conflictos de quítate tú para ponerme yo. De ahí surgió la larga dominación priista. Luego pasamos, hace ya una década, a un vacilante período de transición que parece será muy transitorio. Ahora la vida pública de la Nación está en manos de los partidos políticos, no de los ciudadanos, y la televisión ha llegado a ser el gran elector presidencial. Lo que sucede, judice me -o sea en mi opinión-, es que nos falta todavía educación para la democracia. En la escuela se nos han trasmitido, en el mejor de los casos, aptitudes, pero no se nos han inculcado actitudes, o sea valores que orienten nuestra vida tanto en el ámbito de lo personal como en el de las responsabilidades cívicas. Asignaturas como la Historia y el Civismo casi no cuentan ya en los programas escolares: se privilegian habilidades y destrezas que poca o ninguna aplicación tienen en la vida. La democracia es en muy buena parte un fruto de la educación, y si en lo educativo estamos ligeramente jodidísimos, ya se verá cómo andamos en lo relativo a nuestra dimensión de ciudadanos. Díganos por favor, don Porfirio, cualquiera que sea el plano astral en que ahora vive: ¿de veras estamos los mexicanos maduros para la democracia?... Bustolina Grandchichier, vedette de moda, dejó de salir con don Algón, el rico señor que la cortejaba. La pregunta una amiga a Grandchichier: "¿Por qué terminaste la relación con él?". Responde Bustolina: "Fuimos a Cancún, y lo miré en traje de baño. ¡Se ve tan viejo sin su cartera!"... El director de cine estaba filmando una película tres equis, porno. Había una tórrida escena entre el fornido galán y la curvilínea actriz. Al terminar de filmarse la escena grita el director el clásico: "¡Corten!". La pareja siguió haciendo lo que estaba haciendo. El director vuelve a gritar, ahora con voz más fuerte: "¡Corten!". Los otros no hicieron caso, y siguieron en lo suyo. El cineasta se vuelve hacia su asistente y le ordena: "Échales otra vez el tinazo de agua helada"... La ancianita amonestaba con severidad a su descocada nieta. Le dice: "Tú lo que necesitas, Pirulina, es buscarte un buen marido". "Ya lo sé, abuela -reconoce la muchacha-. Pero ¿el de quién?"... Regresó doña Panoplia de un viaje que hizo a Francia. Antes de hacerlo, la rica dama había tomado un curso del idioma galo. Le pregunta su esposo: "¿No tuviste problemas con tu francés?". "Ninguno -responde ella-. Pero los de mis amigas las robaron a todas"... FIN.