Se inicia hoy esta columnejilla con una historia de dudoso gusto. Dos especialistas en problemas de los adolescentes fueron llamados para tratar a sendos grupos de muchachos que tenían problemas con la ley, hasta el punto en que los jueces iban a enviarlos ya a una prisión. El primer especialista era partidario de usar métodos suaves; el otro manejaba técnicas más duras. A cada uno de ellos le fue encomendado un grupo de 100 adolescentes. El del método blando rehabilitó solamente a 2 de ellos. En cambio el que usaba el método drástico logró rehabilitar a los 100 que recibieron su tratamiento. El encargado del experimento preguntó al partidario del método blando qué técnica había usado. Explica el hombre: "Les dibujé dos círculos, uno muy pequeño, el otro enorme. Y les dije: 'Su personalidad actual está representada por el círculo pequeño. Si mejoran de conducta, su personalidad crecerá y llegará a ser como este gran círculo". Por su parte el que usó el método duro relata: "Yo también les dibujé los mismos dos círculos: el pequeño y el grande. Señalándoles el círculo pequeño les dije: 'Así tienen ustedes ahora su orificio posterior'. Luego les mostré el círculo enorme y les dije: 'Y así lo tendrán cuando salgan de la cárcel'. Al oír eso todos se rehabilitaron inmediatamente"... El planeta está enojado con nosotros. De otra manera no se explica la serie de tremendos cataclismos -terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas- que últimamente han sucedido. En nuestra locura estamos destruyendo la casa en que vivimos. La inconciencia y ambición son causa de que nuestro mundo sufra tragedias como ésta del reciente derrame de petróleo en el Golfo de México, que dañará en forma irremisible el fondo del mar en esa zona, y vastas extensiones costeras. Una vaga intuición me dicta un pensamiento de esperanza: la Tierra es, toda ella, igual que un organismo vivo. Tiene un sistema de inmunología que lo defiende de los virus malignos que lo atacan. Quizás los hombres somos uno de esos virus, y estamos atentando contra esa gran criatura que es nuestro planeta. La Tierra se defenderá de ese ataque, y entonces quién sabe cuál será nuestro destino. Por eso debemos volver a la cordura, y entender que este mundo es nuestra casa, que no tenemos otra, y que debemos proteger por tanto el hogar en que vivimos y donde nuestros descendientes vivirán también. Si no lo hacemos, la Tierra seguirá viviendo, pero quizá nosotros no... Miss Weaklegs, doncella cuya vida rozaba ya el otoño, conoció a un toroso mocetón de origen irlandés llamado Biend O'Taddo. Prendose (sin acento) de él, quizá más con el bajo vientre que con el corazón, y aceptó sin vacilar su propuesta de matrimonio. El padre de la doncella, severo genitor, frunció el ceño y otras cosas, y amonestó a su hija: "No debes casarte con ese tipejo. Supe que gana 5 peniques al día. Hasta Gauguin ganaba uno más que él, y aparte poseía la luna". Replica la madura joven: "Ya sé que gana 5 peniques al día, pero con él no me importa el día, sino la noche". (Y para eso Biend O'Taddo tenía bastante capital)... El jefe de la guardia costera en aquella remota isla del Pacífico se enteró de que había llegado al puesto un contingente de enfermeras. Va el rudo marinero con la oficial encargada de las jóvenes, y le dice: "Lleve a sus muchachas a sus barracas, por favor, señora, y reténgalas ahí. Mis marinos llevan seis meses sin ver a una mujer, y puede haber problemas". "No habrá problemas, capitán -responde, terminante, la oficial-. Mis muchachas tienen aquí lo que toda mujer debe tener". Y diciendo eso se apuntó la cabeza con el dedo, para significar que sus enfermeras tenían muy buen juicio. Responde con rudeza el marinero: "No importa dónde lo tengan, señora; mis muchachos se los encontrarán. De modo que mejor enciérrelas"... FIN.
