En el trato con nuestros buenos vecinos de más allá del Bravo, los mexicanos somos siempre los buenos, y ellos son sólo los vecinos. Los Estados Unidos sufren las molestias de tener vecino pobre; y nosotros no hemos sabido aprovechar las ventajas que ofrece -sin mengua del decoro- tener vecino rico. La cercanía de los dos países, obvio es decirlo, se vuelve causa constante de problemas, en vez de ser oportunidad de mutua colaboración. Pero así como los pobres necesitan de los ricos, éstos también necesitan de los pobres. Se podría decir que pobres y ricos se implican mutuamente. Así las cosas, así la geopolítica, y así la voluntad de Dios, deberá llegar el día en que por encima de los políticos, y de la politiquería, se establecerá entre los dos países un ámbito de buena voluntad motivado por la forzosa convivencia. Eso yo ya no lo veré, naturalmente, y menos con estos lentes que ahora traigo, algo rayados ya, y opacos; pero quizá mis nietos sí alcanzarán a ver el día en que México y Estados Unidos lleguen a ser en verdad buenos vecinos, sin muros de temor que los separen, sino antes bien unidos por su condición de vecinos y por la mutua conveniencia... Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. Todos los fármacos que los laboratorios buscan ahora para excitar la libido en la mujer -esa anhelada droga a la que algunos llaman "el Viagra femenino"- son probados en doña Frigidia, pues si alguno llegara a provocar en ella el más ligero impulso erótico, eso querría decir que en las demás mujeres provocaría torrentes incontenibles de pasión. La otra noche el sufrido esposo de esta gélida señora, don Frustracio, le pidió el cumplimiento del débito conyugal. "¿Otra vez quieres eso?" -bufó doña Frigidia. "Pero, mujer -adujo tímidamente don Frustracio-. La última vez que lo hicimos fue cuando la pelea de revancha entre Max Shmeling y Joe Louis, y eso fue el 22 de junio de 1938". "¿Y ya quieres otra vez? -rebufó doña Frigidia-. ¡Eres un maniático sexual!". Después de muchos ruegos ella accedió por fin a prestar su concurso, aunque pasivo, a la celebración del acto conyugal. Pero al punto se quedó dormida, a pesar de que su esposo le había permitido estar viendo la televisión mientras él se afanaba en la tarea. Ojalá surja pronto aquel medicamento taumaturo que antes dije, el Viagra femenino, pues debe haber también equidad de género en lo que respecta al erotismo... En una fiesta el marido quiso hacerse el chistoso. Delante de su esposa dice a los invitados: "Los hombres deberíamos poder cambiar de esposa como cambiamos de coche: cada dos años". Interviene su mujer y le dice: "¿Para qué quieres tú eso, si hace mucho que ni manejas?"... La suegra contaba un sueño que había tenido: "-Soñé que me moría y llegaba al otro mundo. En eso me desperté". "-Y ¿qué la despertó, suegrita? -pregunta con solícito interés el yerno-. ¿El intensísimo calor?"... Llegó a su casa el recién casado y encontró a su todavía flamante mujercita en más que estrecho abrazo con un hombre alto, fornido, pelirrojo y rubicundo. "-¿Qué significa esto, Frinelia?" -le pregunta en un paroxismo de indignación-. "-Pero, Corneliano -se justifica ella-, recuerda que una vez que estábamos tomando whisky te confesé que de vez en cuando me gustaba un escocés, y tú me dijiste que eso no tenía nada de malo"... FIN