Presento a mis cuatro lectores un nuevo personaje de esta columnejilla: el Poqui Tapolla. La Naturaleza se mostró con él avara y cicatera, y lo dotó paupérrimamente en la región de la entrepierna. El lacerado sufre intensamente por esa minusvalía, pues cuando está con mujer oye expresiones como éstas que voy a enumerar. 1-. "¡Mira! ¡Mi hermanito de tres años tiene una exactamente igual!". 2-. "¿Por qué mejor no nos vamos, y seguimos siendo simplemente amigos?". 3-. "¡Lástima no haber traído una lupa!". 4-. "Es cierto que estamos en crisis, pero tú abusas". 5-. "Ve a un laboratorio fotográfico; quizá te puedan hacer una ampliación". 6-. "¡Eres un mentiroso! ¡Tus pies se veían tan grandes!". Pues bien: mañana voy a narrar un episodio triste en la atormentada vida del Poqui Tapolla. Quienes no gusten de las historias de melancolía absténganse de leer ese relato... Yo sigo amando con persistente amor a la Ciudad de México. En ella viví algunos de los más buenos años de mi vida, antes de los mejores que ahora estoy viviendo. Cada vez que regreso a ese adorable monstruo pido a mis invitadores que me alojen en un hotel del Centro Histórico, pues me gusta salir a deambular por sus calles, ahora libres de ambulantes; y mirar con mirada de desconocedor sus viejos edificios; y entrar en sus antiguos templos, cuyas sombras ocultan tanta luz. Ese entrañable sitio, el centro de la Ciudad de México, iba a ser objeto de un atentado absurdo. Algunas de sus calles serían destrozadas para que por ellas circulara un tranvía, armatoste que serviría sólo para agravar los problemas de tránsito que se padecen ahí. Jacobo Zabludovski, uno de los mexicanos que más ama ese cordial corazón de la ciudad, se opuso con energía a la aberrante idea, y en sus varias y atendidísimas tribunas dio razones para mostrar por qué la obra no debía hacerse. Las sólidas argumentaciones que mostró, y el respeto en que se tiene a don Jacobo, influyeron definitivamente en la reconsideración de ese proyecto, y finalmente el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, anunció la suspensión de la obra. Muy rara vez quien esto escribe da un aplauso. En esta ocasión tributa dos: uno, para el maestro Zabludovski, que defendió con vehemencia de enamorado el lugar donde vivió su niñez y juventud; el otro para Ebrard, por no haberse empecinado en defender lo indefendible. Palmas, entonces, para quien supo hablar: ¡Clap clap clap clap clap clap!; y palmas igualmente para el que supo oír: ¡Clap clap clap clap clap clap!... A las 7 de la mañana el caracolito fue hacia la caracolita. Llegó a ella a eso del mediodía. Luego procedió a subírsele encima. Consiguió su propósito a las 6 de la tarde. En seguida empezó a hacerle el amor. Terminó a las 12 de la noche. Consumado el trance, la caracolita fue a la estación de policía, y se quejó de haber sido violada. Le pregunta el oficial de guardia: "¿Cómo fue eso?". "No sé -responde ella-. ¡Todo sucedió tan de prisa!"... Dos perros corrían velozmente tras un taxi. Se detuvo por fin el automóvil. Los canes oliscan por todas partes el vehículo. Luego uno de ellos va a la parte delantera, y lee con cuidado el letrero que llevaba el coche. Luego llama al otro perro: "¿Lo ves? El letrero decía 'Libre', no 'Liebre'"... Un hombre que no tenía brazos ni piernas pidió que lo inscribieran en el torneo de natación. Los organizadores, temerosos de aparecer como discriminadores, le permitieron participar, pero uno de ellos se propuso estar atento para lanzarse a la piscina y rescatarlo si se hundía. Ante la sorpresa de todos el tipo no sólo no se hundió, sino que ganó la competencia. "¡Fantástico, amigo! -lo felicitan todos-. ¿Cómo es que puede nadar con tal velocidad, si no tiene brazos ni piernas?". Explica el individuo: "Es que remo con aquello"... FIN.
