La chica y su galán se entregaron al pasional deliquio en el sillón más amplio de la sala. Cuando agotaron sus impulsos amatorios he aquí que de atrás de las cortinas salió Pepito. Le dice al muchacho: "Vi lo que hicieron tú y mi hermana". Muy apurado el galán sacó de su cartera un billete de 100 pesos y se lo dio a Pepito. "Ten -le dice-, pero no les digas nada a tus papás". "¡Caramba! -exclama Pepito con admiración-. ¡Qué generoso eres! ¡Todos los demás me dan 20 pesos nada más!"... El argentino sale del mar y les dice a los empleados del hotel: "Pueden quitarle el tapón. Ya terminé"... Comentaba una vedette hablando de otra: "Nalgarina anda con don Algón por motivos religiosos. Adora el dinero"... El filósofo pidió en el restorán un vaso de agua. Le pregunta el mesero: "¿Natural?". Pregunta el filósofo a su vez: "¿Hay agua sobrenatural?"... Algo tienen las montañas, que sacan lo mejor del hombre, ya esté ante ellas, en ellas, o sobre ellas. Y es que en ninguna parte el hombre está tan cerca de sí mismo como en la montaña. Ni en el mar, ni en el desierto, ni en el bosque o la selva alcanza el yo un encuentro más próximo, y un diálogo más íntimo, con el propio yo. Dirá el creyente que Dios hizo las montañas para acercarnos a Él; para darnos a ver su grandeza e infundir en nosotros la santa virtud de la humildad, escudo contra la soberbia, que es fuente no sólo de todos los pecados, sino también de muchas faltas de educación. Yo soy un hombre de montaña. Me considero montañés. El Potrero de Ábrego, ese refugio mío contra el mundo, está peñas arriba, como el solar que describió Pereda. De niño tenía en mi recámara un cromo del Monte Cervino, o Matterhorn, y cuando estuve en edad de ser yo mismo estrené mi asombrada mismidad escalando los cerros y las sierras que rodean por casi todos los puntos cardinales a mi ciudad, Saltillo. He aquí que esas bellísimas montañas estaban siendo dañadas a mordidas para que unos cuantos obtuvieran lucro. Algunos protestamos por el atentado, y aunque la destrucción causada ya era irreversible la innoble explotación fue detenida. Quienes la realizaban pidieron una prórroga, pero una oportuna intervención del Gobernador Moreira impidió que la dinamita y el bulldozer siguieran arrasando la montaña y poniendo nubes de polvo en el claro cielo del Valle de Saltillo. Pasarán siglos antes de que desaparezcan las feas cicatrices. Sabemos, sin embargo, que ya no habrá nuevas heridas. Eso nos alegra, y aquí yo lo agradezco... Al terminar el acto del amor el lord inglés le dice a la muchacha con la que, sin hablar, había tenido coición: "Conversemos ahora sí, preciosa. Creo que esto puede sustituir a una presentación formal"... Babalucas se estaba probando un par de zapatos. Le pregunta al empleado de la zapatería: "¿En cuál pie va este zapato?". Contesta el muchacho: "En el derecho". Pregunta Babalucas: "¿Y este otro?"... En compañía de un amigo el feliz papá veía en la maternidad, a través del cristal de la sala de cunas, a su hijita recién nacida. "¡Qué cochitas tan monitas! -dice con voz mimosa-. ¡Méngache con chu papá! ¡Ah! ¿Te fijaste que sonrió?". Responde el amigo: "No vi sonreír a la bebita". Aclara el feliz papá: "Hablo de la enfermera"... Llegó don Cornulio a su casa, y encontró a su esposa sin ropa alguna sobre el lecho, y respirando con agitación. A más de eso oyó ruidos extraños en el clóset. "Es el eco" -le dijo la señora para tranquilizarlo. "Veamos" -receló don Cornulio. Y dijo: "¡Ah!". Se oyó en el interior del clóset: "Ah, ah, ah ah". Dijo en seguida: "¡Eh!". Volvió a oírse: "Eh, eh, eh". Gritó entonces don Cornulio: "¡Compadre!". Y se oyó dentro del clóset: "Dígame"... FIN.