Una mujer llegó al lobby bar del hotel, ocupó un asiento en la barra y le pidió al cantinero dos tequilas. "Uno es para mí -dijo-, y el otro para mi marido". El barman sirvió las copas, y le preguntó a la mujer si su esposo tardaría en llegar. "No -respondió ella-. Aquí lo traigo". Así diciendo abrió su bolso, sacó de él un sapito y lo puso sobre el mostrador. Al ver aquello el cantinero preguntó asombrado: "¿Ése es su esposo?". "Así es" -contesta ella. Pregunta otra vez el barman: "Y ¿puede beber tequila?". Vuelve ella a responder: "Le gusta mucho. Mire". El sapito apuró a pequeños sorbos toda la copa de tequila. "¡Fantástico! -profiere con asombro el barman-. Y ¿puede hablar?". "Claro que puede -reitera la mujer-. A ver, querido: platícale al señor de aquella vez que me llamaste 'Vieja bruja'"... Viene ahora un cuentecillo de dudoso gusto. Si lo relato es porque me sirve para ilustrar una idea tendiente a orientar a la República... Aquel hombre trabajaba en una fábrica, e invitó a un compadre suyo a trabajar también ahí. El primer día de labores el tipo le dijo a su amigo: "Vamos a conseguir un permiso para tornillos". Fueron con el supervisor, y éste les extendió un permiso por escrito para que les dieran los tornillos que necesitaban. Poco después volvió a decirle al compadre: "Vamos a conseguir un permiso para tuercas". Acudieron de nuevo ante el supervisor, y éste les firmó un papel en el cual autorizaba que en el almacén les dieran tuercas. Luego de un rato el tipo le dice a su compadre: "Ahora vamos a conseguir un permiso para pernos". "¡Óyeme no! -protesta el otro-. ¡Si hasta para eso hay que pedir permiso, yo mejor renuncio!". Los mexicanos que por causa de la inseguridad han salido del país para establecerse en los Estados Unidos se asombran al enterarse de los pocos trámites que se deben cubrir para iniciar allá un negocio. Contrariamente, en México parece que el Gobierno trata de impedir que prosperen las iniciativas de los particulares, y no sólo les imponen toda suerte de exigencias, sino que además funcionarios y empleados de cuarto o quinto orden exigen gratificaciones a cambio de facilitar, o no poner estorbos, al cumplimiento de las incontables formalidades que el empresario ha de cumplir antes de obtener el permiso del Estado para abrir su negocio. En las naciones civilizadas todo lo que no está expresamente prohibido está permitido. En la nuestra, en cambio, todo lo que no está expresamente permitido está prohibido. Eso no sólo retrasa los negocios: retrasa también el progreso y desarrollo del País. En su nombre protesto con energía, previos los trámites respectivos, para cumplir los cuales tardaré dos años... A aquella madura señorita soltera le decían "La Cuauhtémoc". Se estaba quemando, pero no entregaba el tesoro... Una atractiva mujer llegó a la zapatería y pidió ver un par de zapatos. Preguntó el precio, y el dueño del local se lo informó. "No tengo ese dinero" -dijo ella. Respondió el salaz comerciante: "Si hace el amor conmigo le regalaré los zapatos". "Está bien -aceptó ella-. Pero no espere usted que disfrute la ocasión". El hombre la condujo a la trastienda. Para su sorpresa, ella, sin siquiera desvestirse ni quitarse los zapatos, se dio de inmediato a la tarea, entusiasmada. Con las piernas en alto exclamaba una y otra vez: "¡Qué maravilla! ¡Qué maravilla!". Halagado, le dice el individuo: "Creí que había dicho usted que no disfrutaría la ocasión". "Y no la estoy disfrutando -responde la mujer-. Estoy admirando mis zapatos"... FIN.