La orgía estaba en su apogeo.Mujeres y hombres se trenzaban sobre la alfombra de la sala en revueltos abrazos de erotismo. En medio de aquella ardiente bacanal nuestro ya conocido Babalucas andaba entre los participantes, y les decía desplegando frente a ellos un mazo de naipes: “Toma una carta; la que sea”. ¡El mentecato pretendía hacer juegos de magia con barajas en esa desenfrenada saturnal! ¡Mentecato! ¿Hasta dónde llegará tu insensatez?... “Iuppiter ex alto periuria ridet amantum”. De los falsos juramentos de los amantes Júpiter ríe desdo lo alto. La frase pertenece a Ovidio, que la puso en su “Ars amatoria”, “Arte de amar”, I, 633. Aquel dios debe haberse carcajiado -con i, si me es permitida esa expresión poco áticacuando escuchó a Afrodisio Pitonier, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, dar palabra de matrimonio a Dulcilí, muchacha ingenua. Fiada en esa promesa ella hizo dación al lúbrico galán de su más íntimo tesoro: el de la doncellez. Terminado ese trance de libídine Dulcilí le preguntó tímidamente al ya saciado Pitonier: “Ahora dime: ¿cuándo nos vamos a casar?”. Afrodisio, poseído por esa dulce languidez de cuerpo y alma que trae consigo la sedación carnal, fumaba con la mirada ausente un cigarrillo turco. Respondió con tristeza: “¡Ay, cielo mío! Después de lo que acabamos de hacer ¿quién va a querer casarse con nosotros?”... No caben la tristeza ni el enojo. Injusto e indebido sería reprobar al equipo mexicano, o ensañarse con alguno de sus jugadores.Aun sin saber nada de futbol -me precio de ello-, pienso que nuestra Selección no hizo un mal papel en la Copa del Mundo de Sudáfrica. Su espléndida victoria sobre Francia es memorable; y ante Argentina, a pesar de circunstancias muy adversas, no desmereció. Con el equipo sudafricano, y frente a Uruguay, las cosas pudieron haber ido mejor, eso es muy cierto, pero no hay duda de que los jugadores mexicanos actuaron siempre con sentido de equipo, y demostraron una potencialidad que, añadida a la juventud de nuestros futbolistas, permite dejar sitio al optimismo. Bien, pues, por la Selección Nacional; bien por Javier Aguirre, y bien por los aficionados que aportaron su entrega y su entusiasmo en apoyo al equipo mexicano.Ahora, pasados ya los soponcios, teleles, susidios y patatuses de estar metidos en la justa, podremos disfrutar sin sobresaltos de los juegos, y deleitarnos con ese ballet, alegre y grácil en algunos equipos, en otros de contundencia matemática o robótica, que los grandes del mundo nos entregan... En un lugar costero vivían dos hermanos gemelos llamados Juan y John. Juan era soltero; John casado. El primero gustaba de las cosas del mar, y era dueño de una lancha motora en la cual pescaba y hacía excursiones costaneras. John, en cambio, prefería los tranquilos placeres del hogar. Sucedió que la esposa de John pasó a mejor vida. Por una extraña coincidencia, el mismo día se hundió la lancha que tenía Juan. Poco después cierta señora halló en la calle a Juan, y confundiéndolo con su hermano John, el viudo, le dijo: “Me enteré de su pérdida. Lo siento mucho”. Juan pensó que la mujer se refería a la lancha, y respondió con displicencia: “¡Bah! No vale la pena. Era muy vieja; ya no servía para nada. Hacía agua por abajo, y olía a pescado. Adelante tenía una gran grieta, y un hoyo atrás que cada día se le hacía más grande.Además era difícil manejarla; cada vez que me subía en ella se agitaba y daba saltos; parecía que me quería tumbar. Eso fue lo que acabó con ella. Cuatro tipos que llegaron al pueblo en busca de diversión me pidieron que se las rentara. Yo les advertí que ya no funcionaba, que de seguro los dejaría insatisfechos. Pero los tontos insistieron. Cuando los cuatro se subieron en ella al mismo tiempo, no pudo resistir el peso, y se partió a la mitad”. La señora que daba el pésame se llevó las manos a la cabeza, y luego huyó espantada... FIN.
