Babalucas fue a una orgía. En medio de las acciones alguien preguntó: "¿Quién es Babalucas?". Le dice otro: "Aquél, el que lo está haciendo con su esposa"... Aviso de ocasión: "Hombre de buenas costumbres busca mujer que se las quite"... Simpliciano, joven con poca ciencia de la vida, tuvo un atrevimiento en él insólito. Le anunció a Pirulina: "Voy a besarte donde nadie jamás te ha besado". Respondió ella: "Para eso tendremos que ir a China"... Una señora le dice a su amiga: "Supe de buena fuente que tu marido te engaña. Le está haciendo el amor a la mujer de su jefe". "¡Qué vergüenza! -se consterna la señora-. ¡Con lo mal que lo hace!"... El ingeniero Jorge Enrique Dávila Flores nació en Saltillo y estudió en el glorioso Ateneo Fuente. Pero ésos no son sus únicos méritos: en la actualidad es Presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo. Una de sus primeras acciones como dirigente de ese importante organismo de la iniciativa privada es la campaña "Hablemos bien de México". El proyecto partió de la idea de que la imagen de nuestro país ha sufrido deterioro en el exterior, por problemas como el de la falta de seguridad. Eso ha traído consigo efectos negativos en las actividades turísticas, comerciales y de servicios en general. Sin embargo, señaló Dávila Flores al presentar la campaña a sus asociados, somos una Nación con gran riqueza artística, geográfica, cultural y social; un país con extraordinaria fuerza productiva y humana, con excelentes oportunidades para la inversión. Así, en estos días difíciles debemos mostrar en todos los foros posibles la potencialidad de México, sin mengua de seguir luchando, cada quién en el ámbito de su actividad, para enfrentar las adversas condiciones que hoy vivimos, y superarlas con nuestro trabajo diario y el permanente amor a nuestra patria. Me parece digna de aplauso esa campaña que encabeza Dávila Flores. Es cierto: en la hora actual todos debemos hablar bien de México, y actuar de modo que nuestras obras redunden en su beneficio. De nada sirve entregarnos a estériles lamentaciones, o a la nostalgia de los tiempos idos. Hablemos bien de México. De ahí, de ese orgullo legítimo de mexicanos, derivará que sea mejor el futuro de nuestra casa común... Ahora presento a mis lectores a Carnila, personaje de nueva aparición en esta columneja. Su principal característica es el constante apetito venéreo que la posee. Sufre de una continua cachondez, si me es permitida esa expresión. No puede ver varón sin sentir arrebatos de libídine, los cuales debe sedar con prontitud. Su pobre marido ya no es ni la sombra de sí mismo. Anda como ánima en pena. Y es que dos y tres veces cada día su ardorosa consorte le intimaba el cumplimiento del débito conyugal, y así en muy poco tiempo lo dejó laso, mortecino; en el rostro una palidez cerúlea; en los ojos una mirada ausente. Parece tonto el desdichado, y ni siquiera útil. Doña Carnila buscó entonces ayuda en Pedro, Juan y varios. Mas en seguida se sintió culpable, y fue a consultar a un médico, a quien expuso el caso sin ocultarle nada. El facultativo se puso una mano en la barbilla, con actitud meditativa, y luego hizo: "Mm, mm". (Por cada "Mm" que hacía cobraba 100 pesos más de honorarios). "Señora -se dirigió con tono solemne a Carnila-, pienso que es usted una nifómana". "¿Una qué?" -se inquietó ella. "Ninfómana -repitió el galeno-. Padece usted ninfomanía, también llamada ninfolepsia, metromanía o furor uterino". Se quedó pensando Carnila y luego dijo: "De modo que soy una ninfómana". "Así es" -confirmó el médico. "Anóteme la palabreja, doctor -pidió Carnila-. Mi marido usa al referirse a mí otra palabra que tiene menos letras"... FIN.