Pimp y Nela formaban una pareja productiva. Ella producía, y él la administraba. Quiero decir que Nela era calientacamas, taifa, tronga o meretriz, que con todos esos nombres, y muchos otros más, puede ser llamada la que hoy púdicamente se conoce como "sexoservidora". Pimp, por su lado, tenía a orgullo ser su chulo, mantenido, cinturita, tarzán, pachuco o gigoló, vocablos que se aplican al rufián de la mujer que comercia con su cuerpo. Cierto día Pimp le consiguió a Nela un cliente joven, locutor de una estación de radio. Cumplido que fue el trance de libídine, le informó Nela al contratante: "Son mil pesos". Él, como era joven, tenía abundantes rijos, y no había saciado por completo su lubricidad. Le dijo a Nela con voz de locutor: "Continuaremos después de esta breve pausa comercial"... Babalucas se quejaba: "Me invitó una muchacha: 'Ve a la noche a mi casa. No habrá nadie'. Fui, y no había nadie"... Carnila, mujer dada a devaneos, le comentó a una amiga: "Mi marido nunca se duerme antes de las 3 de la mañana". Pregunta la otra: "¿Sufre insomnio?". "No -responde Carnila-. Pero permanece despierto hasta que llego yo a la casa"... Alguien le advirtió a Himenia Camafría, madura señorita soltera: "El Callejón del Humo está siempre a oscuras por las noches. Ahí te pueden robar o violar". "Ya veo -replica la señorita Himenia-. ¿Y puede una escoger?"... Ayer muy de mañana, escribí esto. No conozco, por tanto, el resultado de la copiosa jornada electoral del domingo. Y, aquí entre nos, tampoco me importa demasiado. No hay ya diferencia en los partidos. Sus ideologías están ahora muertas y sepultadas; los candidatos de este partido fueron ayer de otro, y el que es ahora del PRI será del PAN mañana, o del PRD. Muchos políticos son reciclables, como la basura, si me es permitida esa expresión tan drástica, pero tan verdadera. Los partidos pequeños, esos que forman la morralla política de México, son mercancía de fácil cambio que sus propietarios venden al mejor postor. Por falta de educación nuestra democracia no es todavía un ejercicio cívico; es una competencia -burda las más de las veces- por ganar el poder y el presupuesto, con las chambas y gajes que derivan de ellos. Habrán de perdonárseme estas sombrías, malhumoradas consideraciones; pero tómese en cuenta que hoy es lunes, día que aun con sol es morriñoso, y hasta con música de Mozart suena a Brahms. Supongo, sí, que en las elecciones de los Estados hubo abstención considerable, y supongo también que en la mayoría de los procesos ganó el PRI. Ésa sería una seña más de la "íntima tristeza reaccionaria" que sienten quienes piensan, en vista de las cosas, que estábamos mejor cuando estábamos peor... Capronio, sujeto ruin y majadero, vio a su esposa en la cama al acostarse. La señora tenía el rostro cubierto por una máscara de tratamiento facial hecha con lodos negros, algas verdoso-amarillentas, y una pomada fuliginosa de matiz entre violáceo y bermellón. "Perdóname, Capronio -le dice ella-. Voy ahora mismo a quitarme esta máscara". "Déjatela -responde el barbaján-. Así te ves mejor"... Don Añilio, señor de edad más que madura, acudió a la consulta de un otólogo. "Doctor -le dijo preocupado-, uso un aparato auditivo. Hoy, cuando me lo puse, lo empujé demasiado. Se me fue al interior del oído, y ahora no lo puedo sacar". El especialista toma unas pinzas aligator, o de Brock, y con ellas extrae el objeto. Pero le dice a don Añilio: "Señor: lo que traía usted en el oído no es su aparato de audición; es un supositorio". "Parbleu! -exclama don Añilio, que en su juventud había leído a Dumas hijo-. ¡Ahora tendré que ir con un proctólogo a que me saque de allá el aparato auditivo!"... FIN.