Al final de la Copa del Mundo aquel tipo puso la vista en su mujercita por primera vez desde que comenzaron los juegos. "Vaya, vaya -le dice muy intrigado-. Veo que en estos días te salieron canas ahí". "No son canas -le responde ella con rencorosa voz-. Son telarañas"... La esposa estaba ya harta: su marido no se había despegado del televisor en todo el tiempo que duró la competencia de Sudáfrica. Vio todos los partidos, y los comentarios y repeticiones. El día del juego final, cansada ya de no recibir ninguna atención, se le puso enfrente llevando por único vestido la epidermis de que Natura la dotó. La vio el marido, y le dijo sin despegar los ojos de la pantalla: "En el medio tiempo, ¿no?". La señora, resignada, se puso a ver el partido junto con su esposo. Cuando llegó el descanso, el tipo la tomó en los brazos y le dijo al oído con tono de romanticismo: "¿No crees que el director técnico debió haber hecho antes esos cambios?"... Llegó el árbitro a su casa y encontró a su mujer en fuera de lugar con un desconocido, y a éste en dentro de lugar. Con actitud determinada fue hacia hacia ellos y les sacó tarjeta amarilla. Les advierte con severidad: "¡Y la próxima vez será la roja!"... Don Blandino, señor de edad madura sin arrestos ya, y su consorte doña Avidia, exuberante mujer en buenas carnes y todavía con rijosos ímpetus, veían en la sala de su casa el juego de futbol. En la pantalla apareció un aficionado que desde las tribunas gritaba con entusiasmo: "¡Duro! ¡Duro!". Le dice doña Avidia a su marido: "¡Ay, viejo! ¡Así quisiera verte a ti!"... El director técnico de un equipo de futbol sorprendió a su mujer en brazos de un sujeto. Le contaba después a su asistente: "Hallé a mi esposa abrazándose con un sujeto que medía como 2 metros de estatura. Me fui contra él y le tiré una patada. La detuvo con ambas manos. Le tiré otros tres o cuatro puntapiés, y todos los desvió. Intenté golpearlo, y se puso fuera de mi alcance con un felino salto lateral. Entonces quise hablar con él, pero se fue". Le pregunta, intrigado, el asistente: "Y ¿para qué ibas a hablar con él?". "¿Cómo para qué? -replica el director-. ¿Te imaginas, con esa estatura, esos reflejos, y un poco de entrenamiento, el porterazo que podría ser?"... La universidad tenía su equipo de futbol estudiantil. El mejor centro delantero era un alumno que andaba mal en clases, y había reprobado Matemáticas. El director le dijo que no podría seguir en el equipo. Fue el entrenador a hablar con el funcionario, y le dijo: "Sin ese muchacho perderemos el campeonato. ¿No sería posible que el maestro le pusiera un nuevo examen, más sencillo?". El director, preocupado por la imagen deportiva de la institución, hizo llamar al profesor, y le pidió que ahí mismo le aplicara otra prueba al alumno. Le explicó la situación: si la universidad quería ganar el campeonato, aquel muchacho debía jugar por fuerza. El examen, pues, no debería ser muy riguroso. "Muy bien -aceptó el profesor-. Vamos a ver, joven. Tu examen consistirá en una sola pregunta. Dime: ¿cuántas son 5 por 5?". Después de pensar un rato, arriesgó tímidamente el jugador: "¿25?". "¡Maestro! -clama con desesperación el técnico-. ¡El muchacho está nervioso! ¡Dele otra oportunidad!"... El equipo anotó un gol. La señorita Himenia Camafría, madura soltera, saltó al campo y fue a abrazar con entusiasmo al portero. "Pobrecito -le explicó al árbitro que fue a sacarla del campo-. Todos se abrazan cuando meten gol, y a él lo dejan por acá, solito"... La señora le informa a su otoñal marido: "Voy a grabar esa porra donde la multitud grita: '¡Sí se puede! ¡Sí se puede!'. A lo mejor después te sirve"... FIN.