Ningún día mejor que el sábado para narrar el deplorable chascarrillo conocido con el nombre de "El Show del Pingüino"... El maestro de ceremonias del "Neptuno", cabaré de rompe y rasga, anunció con sonorosa voz la variedad que el dicho establecimiento presentaría esa noche: "¡Bubushela, africana de fuego! ¡Koolyna, directamente desempacada de Hawai! ¡Shishona, triunfadora de Las Vegas! Y, si hay oportunidad, ¡¡¡el fabuloso Show del Pingüino!!!". Un borracho dice con tartajosa voz desde su mesa: "Yo quiero el Show del Pingüino". Respondió el locutor: "Si hay oportunidad, con todo gusto se lo ofreceremos". Empezó el espectáculo. Salió Bubushela. Y el briago: "¡Yo quiero el Show del Pingüino!". Siguió el número de Koolyna. Y el beodo, con gritos destemplados: "¡El Show del Pingüino! ¡El Show del Pingüino!". Apareció en escena la Shishona. Y el temulento, con grandes voces: "¡Quiero el Show del Pingüino!". En ese punto le dice el maestro de ceremonias: "¿De veras, señor, quiere usted el Show del Pingüino?". "Sí" -responde el tipo con la elocuencia propia del poseído por el etilismo. "Suba por favor al escenario" -le pide el locutor. Trepa dificultosamente al foro el individuo. Prosigue el maestro de ceremonias: "Ahora, si es tan amable, bájese los pantalones y demás". El borrachín, algo desconcertado, pero terco en su demanda, obedeció, ante el regocijo del respetable público. "Ahora -lo instruye el locutor- trate de alcanzar a Shishona". El borracho, con movimientos entorpecidos por la ropa que traía en los tobillos, avanzó hacia la vedette al compás de una música chocarrera. "¡Señoras y señores! -se dirigió entonces el locutor al público-. ¡El Show del Pingüino!"... Una reconocida agrupación dedicada a cuestiones de ecología desplegó en un acto público una enorme bandera mexicana. Presentaba una singularidad esa bandera: su color verde se veía decolorado, desteñido hasta el punto casi de confundirse con el blanco. Los miembros de esa organización quisieron significar así la lenta pero incesante destrucción de las selvas y bosques mexicanos, que está acabando con lo verde que tiene nuestro país. En efecto, la pobreza de unos, la ambición de otros, la negligencia de algunos, y la indiferencia de todos, van arrasando la riqueza forestal de México. Tal se diría que el árbol es nuestro enemigo, y que queremos llegar a su extinción. La selva y el bosque son para aprovecharse, sí, pero sin que ese aprovechamiento traiga consigo su desaparición. Hay zonas del país, como algunas de Chiapas, por ejemplo, donde la autoridad no puede ni siquiera entrar, menos aún detener la destrucción de zonas selváticas extensas. Tenemos una responsabilidad ante el mundo y ante las generaciones venideras. Las áreas verdes que México aún tiene son patrimonio de la humanidad. Por nosotros mismos, y por nuestro planeta, debemos poner fin a los abusos que atentan contra un bien que ni siquiera a nosotros pertenece... Aquel señor se compró una pantera, y la llevó a su casa. Los tremendos rugidos de la fiera se oían día y noche. Los vecinos pusieron una queja, temerosos, y acudió la autoridad municipal. El dueño de la pantera rugidora se disculpó. "De ninguna manera quise molestar a mis vecinos. Lo que sucede es que mi esposa fue a pasar unas semanas con su mamá, y como la extrañaba mucho busqué algo que se le pareciera"... Iba un muchacho en el atestado autobús, y quedó repegado a una guapa chica. "¡Oiga! -le exigió ella- ¡Retírese de mí inmediatamente! ¡No sea usted grosero!". "Perdone, señorita -responde el joven, apenado-. Es que hoy me pagaron mi sueldo, y me lo dieron en efectivo. Lo que sintió usted no es otra cosa que el rollo de billetes". Pasó un rato. Otra vez se vuelve la chica hacia el muchacho y le pregunta con enojo: "¿Acaso va a decirme que en las últimas tres esquinas ha tenido aumentos de sueldo?"... (No le entendí)... FIN