"Y cuando México despertó, López Obrador todavía estaba ahí". Igual podría decirse: "Y cuando Calderón despertó..."; "Y cuando Ebrard despertó..."; "Y cuando Peña Nieto despertó..."; "Y cuando el PRD (o el PRI, o el PAN) despertó...", más una cauda de etcéteras muy larga. En efecto, López Obrador todavía está aquí, y de seguro -si cosa extraordinaria no sucede- estará como candidato en la elección presidencial del 2012. La declaración que hizo en el Zócalo el último domingo, en el sentido de que su movimiento participará en ese proceso electoral, es anuncio seguro de su candidatura, pues él es su movimiento. Así la izquierda queda de nuevo dividida, a no ser que el PRD y sus adláteres se allanen al caudillo y lo nombren por unanimidad su candidato. AMLO, por lo pronto, ha tomado ventaja considerable sobre los otros aspirantes. Tiene ya varios años en campaña. La inició desde el mismísimo momento en que fue declarado perderdor en la elección pasada, y no ha interrumpido esa campaña un solo día. Algún purista de la política -¿cabe en ella algún purismo?- pensará que López Obrador actúa conforme al apodo con que se le nombra: "El Peje". La Academia define la palabra "peje" diciendo que es "hombre astuto, sagaz e industrioso". Ciertamente AMLO ha dado sobradas pruebas de esa astucia y de esa empecinada actividad. Se encuentra ya en plena búsqueda de la Presidencia, cuando sus rivales están aún atados de pies y manos -sobre todo de manos-, y sin poder siquiera todavía declarar en forma abierta su intención de participar en la contienda. Pero otra frase muy manida dice: "En la guerra como en la guerra". Igual puede decirse: "En la política como en la política". El mitin de AMLO en el Zócalo de la Ciudad de México fue prueba clara de que -para bien o para mal, quién sabe- López Obrador todavía está aquí... ¡Brrr! Tus últimas palabras, columnista, me provocaron un repeluzno o calosfrío que me bajó por la espina vertebral desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Te toca ahora sedar esa inquietud con el relato de algunos chascarrillos que me vuelvan a la tranquilidad... Zarah Wanda, bailarina exótica, hizo su acostumbrado número de "La Danza de los Siete Velos". Para finalizar su actuación se dejó caer al suelo, perniabierta; o sea hizo un "split". Al hacerlo quedó pegada al piso por un curioso efecto de succión. No pudo levantarse a agradecer el aplauso del numeroso y respetable público -más numeroso que respetable-, y tuvieron que bajar apresuradamente el telón para auxiliarla. En vano fueron todos los empeños: por más que tiraron de ella no la pudieron despegar. Vinieron los bomberos, y sus esfuerzos resultaron inútiles también: Zarah Wanda seguía adherida al piso igual que una ventosa. El jefe de los apagafuegos propuso un recurso desesperado: con martillo y cincel había que picar el piso lo más cerca posible del lugar donde se originaba la succión. Quizá con la entrada de aire desaparecería el vacío que provocó aquel raro pegamento. Al oír la propuesta el gerente del teatro se alarmó bastante: "¡Por Dios, señores! -suplicó angustiado-. ¡La duela del escenario es nueva, y cara! Llévense resbalando a Zarah hasta la cocina. Ahí el piso es de azulejos, y viejito. A lo mejor rompiendo uno solo podrá resolverse este problema sin daño mayor para el establecimiento"... Llegó a su casa la esposa de Capronio y lo encontró en el lecho conyugal con una voluptuosa morenaza. "¡Pero, Capronio! -le dice gemebunda-. ¡Prometiste serme fiel ante el altar!". "Ante el altar, sí -responde el cínico sujeto-; pero aquí no estamos ante el altar"... La esposa del señor Maldotado fue a merendar con sus amigas. Una de ellas hizo una confidencia. "Mi marido -declaró en voz baja- tiene su atributo varonil del tamaño de mi dedo meñique". La mujer de Maldotado exclamó llena de asombro: "¿Tan grande?"... FIN.