Un guapo vendedor llamado Chamarilo llegó a la remota casa donde vivía Oleto, viejo granjero, con Pompiliana, su joven esposa, mujer de apreciables atributos corporales. Llamó a la puerta Chamarilo, y ella abrió. El vendedor le pidió a la bella señora que le permitiera entrar para mostrarle algunos prácticos artículos de mucha utilidad en el hogar. "Retírese, por favor -le rogó ella-. Mi marido es muy celoso. Por orden suya debo silbar con fuerza cuando un hombre llega aquí. Al oír mi silbido él viene a todo correr; despide con malas razones al visitante, y mí me hace objeto de violencias". "-Pero, señora -aduce el vendedor-. Lo único que quiero es enseñarle mi mercancía: peinetas, listones, moños, blusas, vestidos...". "Le digo que no puedo permitirle el paso -repite Pompiliana-. Sobre la Biblia le juré a mi esposo que silbaría siempre que llegara un hombre. Si no se retira usted tendré que silbar para que venga mi marido". "Por favor, señora -insiste el vendedor-. Déjeme confesarle la causa de esta insistencia mía. Ayer la vi en el pueblo, y me enamoré locamente de usted. Permítame entrar. Le mostraré mi rendida adoración en modo tal que su marido jamás se la ha mostrado. La haré llegar al séptimo cielo de la felicidad; en mis brazos conocerá usted placeres deleitosos que nunca ha conocido; sentirá por vez primera el éxtasis de la pasión, y llegará conmigo al culminante espasmo del amor. Mire: su esposo está muy lejos, entregado a sus rústicos afanes de labriego. Lo único que debe hacer usted para gozar conmigo la plenitud sensual es no silbar". Pompiliana contempla las dotes físicas del apuesto y musculoso visitante, y tras pensar un poco le pregunta: "Dígame: además de las peinetas y todo lo demás, ¿no trae también pinole?". (¡Astuta fémina; mujer ladina, sagaz, sutil y diestra! ¡Recordaste el refrán que dice: "No se puede chiflar y tragar pinole", y pensaste eludir tu juramento de silbarle a tu marido llenándote la boca con esa delicia mexicana, hecha de harina de maíz tostado al que se añade azúcar, cacao, y una pizquita de canela o anís. En el norte el pinole se usa como alimento o golosina; en el sur se deslíe en agua o leche para beberlo, ya sea frío o caliente, y se le pone a veces un poco de vainilla. Los soldados mexicanos del siglo diecinueve y principios del veinte podían caminar leguas y leguas sin más alimento que un poco de pinole y algunos tragos de agua, y combatían luego con denuedo. (El único que batallaba un poco, según historiadores serios, era el corneta). Y a como van las cosas, dentro de poco los pobres de México tendrán por único alimento ése: el pinole. (Y algunos tragos de agua también, claro)... La esposa de Luzbel, el diablo mayor de los infiernos, le dice muy preocupada a su marido hablándole de su hijo: "Creo que debemos llevar a Luzbelín con un siquiatra. Todas las noches sueña con los angelitos"... A un señor le había ido mal en los negocios. Una amiga de su esposa le dice a ésta: "Supe que tu marido anda de capa caída". Vonfirma con tristeza la señora: "De capa y de todo lo demás"... Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera, le pregunta al gerente de la tienda: "¿Hoy es la Venta de Empleados?". "Así es" -responde el hombre. Y dice la señorita Celiberia: "Quiero comprar aquel empleado moreno, alto, de bigotito y cabello rizado"... Viene ahora un chascarrillo de mal gusto. Las personas que no gusten de leer chascarrillos de mal gusto suspendan en este punto la lectura o sáltense hasta donde dice "FIN"... Decía una muchacha: "Mi novio es estudiante de Medicina. Una vez por semana me hace una trepanación". "¡No es posible!" -exclama alguien. "Sí, -insiste ella-. Se me trepa"...FIN.