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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Doña Macalota llegó a su casa y sorprendió a su esposo, don Chinguetas, en brazos y lo demás de una guapa chica. Le explica a su consorte don Chinguetas: "Encontré a esta pobre muchacha en la carretera. La vi tan necesitada de ayuda que la traje a casa, y le di de cenar. Traía los zapatos tan gastados que le di unos que no te has puesto nunca. Su vestido estaba tan raído que le di uno que no usas desde hace mucho tiempo. Su suéter estaba lleno de parches, y le regalé uno que ya no te pones. Ya se iba, pero entonces se dio la vuelta y me preguntó: "Dígame, señor: ¿hay algo más que su señora ya no quiere usar?"... La curvilínea pelirroja le pidió al encargado de la farmacia y pide al dependiente: "Me da unas píldoras anticonceptivas para la respiración". "Perdone usted -responde el farmacéutico-. Las píldoras anticonceptivas no son para la respiración". "Claro que sí son -replica la muchacha-. Yo las tomo, y al día siguiente respiro tranquila"... Desde la parte de atrás del atestado autobús pregunta en voz muy alta la curvilínea muchacha: "Perdón, señores: ¿alguien sabe cantar allá adelante?". Le dice el chofer: "Por qué quiere saber eso?". Responde ella: "Porque acá todos están tocando"... El caballero se dirigió cortezmente a la madura dama que iba a su lado en el camión: "¿Me hace el favor de decirme qué hora es, señora?". Le contesta, furiosa, la mujer: "¡Señorita, estúpido!". Y le dice, tranquilo, el caballero: "Merecido lo tiene"... Doña Mo Bydick, señora de gran tonelaje, pidió en la tienda un vestido para probárselo. Poco después le preguntó la chica que atendía a las clientes: "¿Le quedó el vestido, señora?". "No lo sé -responde mohína la robusta señora-. El vestidor no me quedó"... Muy nerviosa, Luisa Lane le dice a Superman: "Te juro que no entiendo qué hace en mi recámara este traje de Batman. Ha de ser un error de la tintorería"... En plena noche de bodas el infeliz recién casado sufrió un síncope fatal, y pasó a mejor vida en brazos de su flamante mujercita. Cuando llegó el médico del hotel no pudo hacer otra cosa más que certificar el deceso del desventurado. Le dice a la desolada muchacha: "No me explico por qué le pasó esto a su marido, un hombre en plena juventud. ¿Recuerda usted cuáles fueron sus últimas palabras?". "Sí -responde ella, llorosa-. Me dijo: 'Pero, Rosibel, ¿otra vez?'"... Los dos señores ya maduros contemplaban con tristeza el paso de las guapas muchachas que vestían audaces atavíos y caminaban con descaro. "Mire nomás, compadre -comenta uno con tristeza-. Las mujeres en plena revolución sexual, y nosotros ya sin parque"... Una pareja de astronautas, él y ella, llegaron a Marte y fueron recibidos con interés por los marcianos, que jamás habían visto terrícolas ni sabían cómo eran. Lo primero que los marcianos pidieron a los visitantes fue que les mostraran qué comían. La astronauta sacó una cocinilla portátil y procedió a freír unos huevos. "Estarán listos en unos minutos" -dijo a los marcianos. "¿Y por qué los meneas así?" -preguntó un marciano. "Para que no se peguen" -explicó ella. En seguida los marcianos quisieron saber cómo se hacían los niños en la Tierra. De muy buena gana el astronauta y la astronauta procedieron a darles una demostración. Al terminar preguntó otro marciano. "Y el niño ¿dónde está?". "Tardará algún tiempo" -responde el astronauta-. Y exclama muy alarmado el marciano: "¡Entonces síguele meneando! ¡No se vaya a pegar!"... FIN.

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