El director del internado amonestaba a los estudiantes varones: "Si alguno de ustedes es sorprendido en la habitación de una de las alumnas, la primera vez pagará una multa de 100 pesos; la segunda una de 200, y la tercera una de 300''. "Disculpe, profesor -lo interrumpe uno de los estudiantes-. ¿Cuánto cuesta el abono para toda la temporada?''... Las chicas de la oficina apodaron a don Algón, su jefe, "El tricolor". Explicaban: "Es que tiene la cabeza blanca, la nariz roja y el rabo verde''... Lord Feebledick asistió a la cacería de la zorra. La perra que llevaba entró en celo. Apareció la zorra, y toda la jauría, formada por cien perros cazadores, salió corriendo tras ella. Lord Feebledick soltó también a su perra a fin de que participara en la persecución. A poco la perdió de vista. Detuvo el galope de su caballo, y preguntó a un granjero: "¿Viste pasar una perra parda con una mancha blanca en la cabeza?". Contesta el hombre: "Acaba de pasar por aquí corriendo a toda velocidad. La persiguen cien perros. Atrás de todos va una zorra"... Si los mexicanos vendiéramos la basura que arrojamos a la calle, seguramente seríamos el pueblo más rico de la Tierra. No sabemos mantener limpias nuestras ciudades; las municipalidades deben gastar mucho dinero en el área de limpieza. Se repite hasta la saciedad la consabida frase: la ciudad más limpia no es la que se barre más, sino aquella cuyos habitantes tiran menos basura. Pero no hacemos caso de eso. He visto cómo la gente abre la ventanilla del automóvil, en la ciudad o en la carretera, para tirar papeles, envolturas de fritangas, toallas desechables, envases plásticos, y hasta pañales. Cuando vamos a otros países -a Estados Unidos, sobre todo- nos abstenemos de hacer eso, temerosos de las fuertes multas que se imponen a quienes ensucian la ciudad. A la nuestra, sin embargo, la hacemos basurero. Se ha perdido aquello que se llamaba civismo, conjunto de virtudes de quienes viven en la ciudad, y que por eso la cuidan como a su propia casa. Ya ni siquiera se enseña en las escuelas esa asignatura. Y sin civismo se cae en la incivilidad, en lo incivil. La ciudad es nuestro hogar común. No hagamos de ella un basurero. (Y quien tenga todavía la costumbre de mascar chicle no lo tire en la calle, pues luego algún humilde trabajador o trabajadora del Municipio batallará lo indecible para despegarlo del piso. No se vale ser sucio, pero menos aún se vale ser injusto)... La bella doctora anunciaba un curso para hacer de cualquier hombre un buen amante. Llegó a tomar las lecciones un cierto ricachón. "Este curso es muy caro -le advierte la instructora-. Cada lección le costará mil pesos''. "No me importa -dice el hombre-. Pagaré lo que sea con tal de llegar a ser un buen amante. Deme ahora mismo la primera lección''. "Muy bien -acepta ella-. Escriba: 'Curso de Iniciación Sexual. Lección primera. Existe el hombre, y existe la mujer'". El hombre escribía afanosamente. Le dice entonces la muchacha: "Esa es la primera lección. Regrese mañana para la segunda. Son mil pesos''... Una nueva rica contrató a cierto arquitecto de renombre a fin de que le hiciera su casa. El profesionista le construyó la residencia, y le puso alberca con jacuzzi. No cesaba la ricacha de hablar de su mansión. De lo que más presumía era de la piscina. "Desayuno -decía-, y me echo a mi jacuzzi. Después de comer duermo la siesta, y otra vez me echo a mi jacuzzi. Y luego de cenar, para dormir a gusto, de nuevo me echo a mi jacuzzi''. Una señora comentaba después con su marido lo que había oído decir a la ricacha. Le pregunta el hombre: "¿Y quién es su marido?''. "No sé si esté casada -responde ella-. Pero tiene un amigo extranjero llamado Jacuzzi. Y ha de estar agotado el pobre, porque la mujer esa no lo deja en paz''... FIN.