Los amigos son la disculpa que nos ofrece Dios por habernos dado algunos de nuestros parientes. Para encontrar un amigo debes abrir muy bien los dos ojos; para conservarlo debes cerrar uno. Cada hombre tiene muchos amigos, hasta el día en que realmente necesita uno. Tú, que eres uno de mis cuatro lectores ¿tienes algún “amigo” de esos que más bien parecen enemigos? Para deshacerte de él hazle la siguiente pesada broma, y te aseguro que jamás volverá a cruzar por tu camino. Dile: “Voy a contarte algo que sucedió ayer. Tres enanitos se juntaron. Dijo uno: ‘Pienso que soy el hombre que tiene las manos más pequeñas de la Tierra’. Declaró otro: ‘Yo creo ser el hombre que tiene los pies más pequeños del planeta’. Manifestó el tercero: ‘Yo tengo la seguridad de que soy el hombre con el pitochín más pequeño del mundo ‘. Decidieron los tres ir a la oficina de los Récords Guinness para certificar si lo que pensaban era cierto. Entró el primero, y salió poco después, feliz. “Estaba yo en lo cierto -dijo-. Soy el hombre que tiene las manos más pequeñas de la Tierra”. Entró el segundo, y luego de un rato salió con una gran sonrisa. “También yo estaba en lo cierto -dice muy orgulloso-. Soy el hombre que tiene los pies más pequeños del planeta”. Entró el tercero, el que creía ser el hombre que tenía el pitochín más pequeño del mundo. Poco después salió muy enojado. Furioso, les preguntó a los otros: “¿Quién es un tal...?”. Aquí di el nombre de tu amigo, y luego suelta una sonora carcajada. Tu falso amigo quedará mohíno, apitonado, fúrico, y te garantizo que jamás tendrás que volver a soportar sus insolencias... Hace unos días coincidí en una amable mesa con un grupo de hombres de negocios de diferentes partes del País. Salió a la conversación el tema del calzado. Alguien encomió la calidad del italiano; otro habló de la excelencia del calzado inglés, y un tercero manifestó que sus zapatos los compraba en Estados Unidos. Nadie me pidió mi opinión, de modo que la di. Declaré mi convicción de que en México se fabrica un calzado cuya calidad es equiparable a la de cualquier otro en el mundo, y recordé que en cierta ocasión me di el lujo de comprar en “el otro lado” unos zapatos carísimos, de marca extranjera, rimbombante. Al llegar a casa vi en su interior, escrito con letra pequeñísima, el letrero: “Hecho en México”. Uno de los presentes inquirió, picoso: “Los zapatos que ahora traes ¿son mexicanos?”. “Sí” -respondí-. De León”. ¿De qué marca?” -volvió a preguntar, como para ponerme a prueba. “Flexi -contesté-. Me gustan porque son cómodos, durables, de buen precio, y, como pueden ustedes ver, muy elegantes”. Noté que otro de los señores que ahí estaban marcaba un número en su celular. Después de hablar en él unas palabras me lo pasó y me dijo: “¿Por qué no le repites eso que acabas de decir al director de Flexi?”. Y de repente me hallé hablando con don Roberto Plasencia Saldaña. Lo que acabo de narrar no es publicidad: esa importante empresa no necesita que yo elogie el calzado que fabrica. Lo que dije es para señalar que los mexicanos podemos competir en calidad con cualquier país del mundo; que nuestra mano de obra es excelente, y que los empresarios de México son eficientes y capaces. A fuerza de hablar todos los días de los males que sufrimos dejamos de mencionar lo bueno que tenemos. Esto que escribí hoy es un sencillo recordatorio para no olvidar que, en casos como el que mencioné, lo hecho en México está muy bien hecho... En la tienda le dice un tipo a la lindísima encargada: “Quiero unos guantes para mi señora”. “¿Qué medida usa?” -pregunta la muchacha. “No sé” -responde el hombre. Le pide ella: “Ponga usted su mano sobre mi mano, y dígame si la de su esposa esmayor o menor”. El sujeto pone su mano sobre la de la chica y le dice: “La de mi esposa un poco más grande que la de usted”. “Muy bien - dice la chica-. Déjeme buscar el tamaño exacto”. Se apresura a decir el tipo. “También necesita panties y brasiére, pero tampoco sé la medida”... FIN.
