Fatty Gacamas, mujer casada, era de envases leves, por no decir de cascos ligeros. Fue a confesarse con el padre Arsilio, y le dijo que un día por semana tenía trato de coición con su querido, cierto sujeto de nombre Pichabrava. "¡So pendona! -clamó el buen sacerdote-. Las obligaciones comunes a los esposos, enumeradas en latín, son las siguientes: Sustentatio, cohabitatio, amor, et fides conjugalis. ¡Tú estás faltando, desdichada, a la fidelidad que a tu marido debes!". "No sea usted injusto, señor cura -opuso ella-. Tome en cuenta que engaño a mi esposo nada más cuatro días al mes. Los otros 26 le soy absolutamente fiel". (Nota: Y hay meses de 31 días -enero, marzo, mayo, julio, agosto, octubre y diciembre), lo cual fortalece más la argumentación de la señora)... Capronio, sujeto rudo e incivil, comentó en el autobús: "Ya no hay respeto ni cortesía". Le dice una señora: "Sí los hay. ¿No toma usted en cuenta que un joven se levantó y le cedió su asiento?". "En efecto -concede el ruin Capronio-. Pero mi esposa todavía va de pie"... Doña Panoplia, dama de sociedad, iba a cumplir años. (Cuando alguien quería saber su edad ella respondía vagamente: "Ando alrededor de los 40". No precisaba, sin embargo, cuántas vueltas les había dado). Su esposo, don Chinguetas, le preguntó cómo quería celebrar su cumpleaños. Pidió doña Panoplia: "Llévame a un sitio caro". Llegado el día, la copetuda señora vistió sus mejores galas, se pintó como muñeca japonesa y se hizo chongo, peinado que -me dicen- ha vuelto a estar de moda. Subió al automóvil de su esposo, que le abrió la puerta del coche para que subiera. (Acción inusitada, pues un hombre le abre la puerta del coche a una mujer sólo en dos ocasiones: cuando es nueva la mujer o cuando es nuevo el coche). Llegó don Chinguetas a una gasolinera, y ahí detuvo el automóvil. Le preguntó doña Panoplia: "¿Qué haces?". Contesta don Chinguetas. "Me pediste que te llevara a un sitio caro". ¡Ingenioso relato, columnista! Seguramente lo usas para ilustrar las constantes alzas en el precio de la gasolina, impuesto disfrazado con que se grava más la economía de los mexicanos. Ya los gasolineros se preparan a fin de hacer frente a los efectos de todo orden -incluso psicológicos- que se verán cuando el precio del carburante rompa la barrera de los 10 pesos, cosa que si no sucede hoy sucederá mañana. Cuando sube la gasolina, o el diesel, todo sube. (Suspira don Languidio con tristeza: "Bueno, casi todo"). Esas alzas de precio son, obviamente, inflacionarias. Los mexicanos pagamos cada día más por cada día menos. Y lo que grava, agrava. Claro, a los políticos no les preocupa mucho la inflación. Le hacen frente aumentándose ellos mismos sus salarios. A los muy ricos y a los muy pobres tampoco les afecta mucho: a aquéllos, porque pueden comprarlo casi todo; a éstos, porque ya casi no pueden comprar nada. Pero la clase media está muy castigada, tanto que ya va casi en clase tres octavos. Piensen los gobernantes en los efectos de esas alzas. Después de todo ya se avecina la elección presidencial... El audaz cazador mostraba sus trofeos. "Este oso Kodiac -dice a sus invitados- lo cacé en Alaska... Esta gacela de Grant la cacé en África... Este tigre de Bengala lo cacé en la India...". Luego, ante el asombro general, muestra el cuerpo disecado de un hombre que tenía en el rostro una expresión de espanto. Explica: "Y a éste lo cacé en el clóset de mi mujer"... El primer día de clases la señora de don Poseidón le dijo: "Cómprale al niño una enciclopedia". "¡Ah no! -bufó el progenitor-. ¡Si con el triciclo se partió la jeta, con una enciclopedia se va a partir la madre!"... FIN.