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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Algón, salaz ejecutivo, le dijo a Rosibel, linda muchacha: "Quiero hacerte un regalo". Sugirió ella: "Me gustaría algo en blanco". Preguntó don Algón: "¿Un vestido?". "No -precisó Rosibel-. Un cheque"... El viajero de la ciudad le preguntó a Eglogio, ranchero de los Altos de Jalisco, y por lo tanto bien plantado: "¿Cómo hacen ustedes para tener hijos tan sanos y tan fuertes? Los que nosotros tenemos en la ciudad son enfermizos, débiles". Responde el alteño: "Es que por acá nuestros hijos los hacemos nosotros mismos"... La vecina pasó frente a la casa de Capronio. Iba vestida con brevísima falda de verano -de ver ...-; llevaba un escote hasta el ombligo; lucía medias de malla y zapatos de tacón dorado; traía bolsa de chaquira. Comentó la señora de Capronio: "Seguramente va de compras". Y acotó éste: "Más bien parece que va de ventas"... La tarea principal de un crítico, sea de arte o de política, es deslucir a otro para lucir él mismo. El crítico de arte aspira a que se diga de él: "¡Qué inteligente!"; el crítico de política quiere que de él se diga: "¡Qué valiente!". Cuando un crítico vio el mar dijo: "No está mal, pero el autor le puso mucha agua". La Madre Naturaleza es generosa, y a ninguno de sus hijos deja sin concederle alguna cualidad. A quienes no pueden hacer nada les da el don de criticar -y envidiar- lo que hacen los demás. La mayoría de los críticos actúan bajo el principio de que si hablan bien de algo o de alguien serán criticados por los otros críticos. En el caso de la política, el mayor miedo de los críticos es no ser "políticamente correctos", y caer de la gracia de un reducido círculo que, por serlo, es más bien un circulito. Por tal motivo esta columnejilla gusta de ser políticamente incorrecta. Piensa su autor que criticar no es atacar, ni señalar solamente lo malo que las cosas o las personas tienen. Criticar significa emitir un juicio fincado en la razón, y ese juicio puede ser lo mismo favorable que contrario. Pero en la crítica hay un pecado original -el mismo de la naturaleza humana, que tiende a lo mezquino más que a lo generoso-, y entonces el vocablo "crítica" se ha vuelto sinónimo de censura, reprobación o vituperio. El crítico se convierte en críticón, y la crítica pierde su sentido y se hace ejercicio vanidoso de lucimiento personal. Con esto que digo no estoy criticando a nadie: me critico a mí mismo, que más de una vez he caído en la insana fatuidad de criticar algo no para poner luz en lo criticado, sino para poner un reflector en mí. Digo todo eso porque hoy tributaré un aplauso, cosa que debería hacer con más frecuencia. ¿A quién dirijo ese reconocimiento? A Daniel Karam, director del IMSS, por haber enviado al Congreso un documento a fin de que se consideren los cambios que han de hacerse a la Ley de Seguro Social para dar protección a los matrimonios gay. Con su oportuna y atinada acción el funcionario evita que se perpetúe en el IMSS esa injusticia que constituye la discriminación por sexo. Le doy un aplauso, pues, y con las dos manos, para mayor efecto: ¡Clap clap clap clap clap clap clap!... Fatty Gacamas no gozaba de buena fama en la comunidad. Se decía que todos los hombres del pueblo le conocían el lunar que tenía en la parte interior del muslo izquierdo. En honor a la verdad diré que ese rumor era mentira: no le conocían el lunar los varones menores de 12 años. Sucedió que Fatty pasó a mejor vida. En el cementerio suspiró el buen padre Arsilio: "Al fin juntas". Inquirió alguien: "¿Habla usted de la pobre Fatty y de su madre?". "No -replicó el sacerdote-. Hablo de sus piernas"... FIN.

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