Don Astasio llegó a su casa y encontró a Facilisa, su mujer, no con un desconocido, como de costumbre, sino con dos. Debo aclarar en abono de la dama que su ménage à trois no era ninguna novedad. Noticias hay de que esa combinación erótica existe desde los más antiguos tiempos, según lo han demostrado ciertas pinturas pompeyanas. Sin embargo tal justificación, con todo y ser histórica, no sosegó el ánimo de don Astasio. Fue al chifonier donde guardaba una libreta con adjetivos vejatorios para decir a su esposa en tales ocasiones. Volvió al sitio de aquel trilátero concúbito y le enrostró a la doña este dicterio sonoroso: "¡Baldonada!". Lo había sacado de una novela de don Benito Pérez Galdós (1843-1920). Oyó la pecatriz ese denuesto, y dijo con tono de mortificación a su marido: "¡Por favor, Astasio! ¡Hay visitas!"... Hago mía la desolada confesión de José Alfredo: "Nada me han enseñado los años; siempre caigo en los mismos errores". Diez lustros llevo ya de escribir todos los días, y no he aprendido aún que es peligroso elogiar a los políticos. Generalmente a los pocos días te hacen quedar mal. Hice la pública alabanza de Marcelo Ebrard por haber demandado a Juan Sandoval Íñiguez, cuya actitud machista y homofóbica ha merecido reproche casi general, y ahora don Marcelo se presenta como un bravucón macho mexicano exhibiendo un cartón de huevos en gastada alusión populachera. Ese alarde tan poco afortunado colocó a Ebrard en un nivel pedestre; rebajó la calidad de su discurso, y lo igualó en altura intelectual y política con aquel fachendoso cardenal. Total, no sabemos ya a dónde volver la vista para encontrar aunque sea una pizca de civilidad en nuestros personajes públicos. No se trata de tener filósofos en el escenario nacional, como quería Platón; pero tampoco deben actuar sus protagonistas como jaques farfantones o fafaracheros baladrones. (¡Caón, de estas últimas cinco palabras la única que conozco es "o"!)... Aquel sujeto estaba haciéndole el amor tranquilamente a una mujer casada en la alcoba de la casa de ella. Le dice a la señora: "Realmente me gusta trabajar para tu marido; lo que pasa es que creo que delega muchas de sus responsabilidades"... Una ejecutiva poco educada encontró a cierto antiguo compañero suyo. El hombre llevaba con él a sus dos pequeños hijos, hermosos querubines. "¡Mira nomás! -exclamó con simulado asombro la mujer-. ¡Qué hermosos son tus hijos! ¡Y tú tan feo!!". Replica el otro: "Ha de ser la ley de los contrarios. A lo mejor cuando tú tengas hijas van a salir decentes"... Se casaron Saviolín y Goretina, jóvenes piadosos ambos. Él había dirigido la asociación "Donceles de la Virtud"; ella fue presidenta del grupo "Pureza y hermosura". Dos años transcurrieron de sus desposorios, y la muchacha no quedaba en estado de buena esperanza, o sea embarazada. Por consejo de alguien acudieron a la consulta de un especialista, y le dijeron que la cigüeña no los había visitado aún. Con esas palabras se lo dijeron. El médico los interrogó: "Vamos a ver: ¿cada cuándo lo hacen?". Preguntaron los dos con inquietud: "Hacemos ¿qué?"... Comentaba aquel señor: "No entiendo eso de los masajes. Una mujer te frota todas las partes de tu cuerpo, excepto aquélla que realmente te gustaría que te frotara"... En la sala de maternidad, la joven madre del recién nacido hojeaba con mucha concentración el directorio telefónico. Una enfermera le pregunta: "¿Puedo ayudarla en algo, señora?". Contesta la mamá: "Estoy buscando cómo se llamará mi hijito". La enfermera le informa: "Tenemos aquí en el hospital un libro con nombres para los bebés". Replica la madre del pequeño: "Nombre ya tengo. Lo que le falta al niño es apellido"... Un tipo invitó a otro: "El próximo sábado voy a hacer una pequeña orgía en mi departamento. Me gustaría mucho que tu esposa y tú vinieran". Responde el otro: "No sé si a ella le gustará la idea. ¿Cuántos vamos a ser?". Contesta el tipo: "Si tu esposa acepta venir, seremos tres"... FIN.
