Ante el consejero matrimonial una señora se quejó de que su esposo padecía eyaculación prematura. "¡No es verdad! -protestó el marido con enojo-. ¡Nuestra última noche de amor duró más de dos horas!". "Es cierto -reconoce ella-. Pero ese tiempo incluye la cena en restorán y un show"... Las criaditas estaban platicando. Dice una: "¡Ya no aguanto el trabajo en esa casa! Todo el día: 'Sí, señora; sí, señora; sí, señora...'". Dice la otra: "Tampoco yo aguanto ya mi trabajo. Toda la noche: 'No, señor; no, señor: no señor'..."... El agente viajero llegó a un pequeño pueblo, y en la gasolinera le preguntó al empleado: "¿Hay alguna vida nocturna en este pueblo?". "Ya no -suspiró el joven con tristeza-. La única que teníamos se fue a la Capital el mes pasado"... Los informes de los políticos se usan para diversos fines. Son de mero cumplimiento (cumplo y miento); dan ocasión a los autodestapes; ofrecen espejismos tendientes a ocultar la incómoda presencia de esa latosa señora llamada realidad. Para una cosa, sin embargo, no sirven los informes: para informar. Aun así, de su realización se pueden desprender algunos datos. Pongo un ejemplo: el informe del Presidente Calderón pasó casi inadvertido; apenas si fue objeto de algunas desganadas glosas. En cambio el que rindió Peña Nieto fue apoteósico, mayestático, perínclito, espléndido y fantástico. Toda la clase política -vale decir la clase alta- se congregó en torno del gobernador mexiquense en un anticipado besamanos conocido sólo por los presidentes de antes. La palabra "crepúsculo" es muy bella por su esdrújula sonoridad y por las evocaciones en glorioso Technicolor que suscita. Pocas veces nos detenemos a considerar que cada día hay dos crepúsculos: aquel en que pensamos casi siempre, el vespertino, y otro que también es crepúsculo, el del amanecer. Pues bien: tanto Felipe Calderón como Enrique Peña Nieto están en un crepúsculo. Sólo que el mandato de Calderón está en su ocaso (yo me sospecho que él bien quisiera que acabara ya); mientras que para Peña Nieto el día está rayando apenas con el anuncio de un nuevo y promisorio Sol. Cosas de la política son estas: aun no ha muerto el rey y hay quienes gritan ya que viva el rey. A uno lo tapan, y destapan a otro. Dejó de ser verdad aquello de que el que se mueve no sale en la fotografía. Ahora para salir en ella hay que moverse. Signos son de los tiempos que vivimos, en los cuales aquí vive el Presidente, y los que mandan viven ahí, allí, allá y acullá... La linda paciente le dice al médico: "Doctor: tengo un problema con mi mano derecha. Cuando la cierro me empieza a temblar". Responde el salaz facultativo: "A ver: póngala aquí"... Don Chinguetas y su esposa doña Macalota tuvieron su enésimo pleito conyugal. Ella lo amenazó: "¡Una sola palabra tuya más, y saldré de esta casa para siempre!". Don Chinguetas se asoma por la ventana y grita: "¡Taxi!"... Un amigo le pregunta a Babalucas: "¿Cómo es tu novia?". "No te la puedo describir -contesta el tonto roque-. Sólo te diré que la mitad de los hombres del pueblo quisieran acostarse con ella". Pregunta el amigo: "¿Y la otra mitad?". Contesta Babalucas: "Ésos ya lo hicieron"... Doña Panoplia, dama de sociedad, visitó a su amiga Pergaminia en su finca rural. La dueña de la casa hizo que su chofer fuera por la visitante a la estación del tren. Aconteció que en el trayecto por el campo doña Panoplia dejó escapar un fragoroso ruido que desdecía de su elevada calidad social. Para ocultar su turbación dijo al chofer: "¿No tiene usted el periódico del día?". "No, señora -responde el conductor al tiempo que detenía el coche-. Pero puede usted usar algunas hojas de árbol"... FIN.
