Aquel individuo sufrió un accidente automovilístico leve, y el médico le recomendó usar por algún tiempo una minerva o cuello ortopédico. Cuando el individuo se refería a ese aparato lo llamaba "El condón". "¿Por qué le dices así?" -le preguntó un amigo. Explica el tipo: "Sé que debo usarlo, pero siento a todo dar cuando me lo quito"... En el laboratorio de genética le dice el investigador al visitante: "Estamos tratando de cruzar un pavo con un ciempiés". "¿Para qué?" -pregunta el otro, asombrado. Explica el científico: "Bueno, usted sabe: todos quieren una pierna"... Hace algunas semanas recibí en el periódico Reforma un lindo e-mail firmado por una lectora del Distrito Federal cuyas iniciales son RMLR. He aquí su texto: "El motivo de este correo es para patentizarle mi admiración por su obra. Hace unos meses encontré su libro 'La Otra Historia de México', el que trata sobre la Independencia, y apenas lo empecé a leer captó mi atención y no lo pude ya dejar. ¡Qué forma tan maravillosa de contar lo ocurrido, con su fino sentido del humor y a la vez apegándose a la realidad! Lo disfruté tanto que lo recomendé a mis amistades. Leí igualmente el libro que trata acerca de Juárez y Maximiliano, y también me gustó mucho. Usted es mi escritor favorito. Ha provocado en mí un deseo muy grande de saber más de nuestra Historia. ¡Cómo me gustaría algún día conocerlo personalmente! Tal vez ya esté preparando un tercer libro sobre Porfirio Díaz y la Revolución, pero si no, se lo sugiero. ¡Ésa sería la cereza del pastel!". Pues bien: quiero decirle a la amable RM que la cereza está ya sobre el pastel. Acaba de aparecer el tercer volumen de "La Otra Historia de México", sin el cual los otros dos no están completos. Mi nuevo libro se llama "Díaz y Madero. La espada y el espíritu", y en él aporto datos llenos de interés, y narro una gran profusión de anécdotas -algunas muy dramáticas, jocosas otras- sobre el cruento período de la Revolución y luchas subsiguientes. La figura de don Porfirio Díaz aparece bajo una luz distinta; no como el consabido "dictador", sino como un buen mexicano que a la vista de la tragedia supo tener el supremo patriotismo de la renunciación. Ya está en las librerías "La Otra Historia de México. Díaz y Madero. La espada y el espíritu". Su lectura, estoy seguro, ayudará a la comprensión de aquel tiempo y de éste en que vivimos, y servirá en forma amena para entender a personajes de nuestra historia como Villa, Zapata, Carranza, Obregón y otros, que, unos por amor a México, otros por mera ambición de poder, lucharon entre sí durante aquellos años de conflicto que dieron origen al México de hoy... Capronio recibió una llamada telefónica. La voz era de una muchacha joven. "¿Te acuerdas de mí?" -pregunta la chica. "Perdóname -se disculpa él-. No te reconozco por la voz. ¿Quién eres?". Contesta la que hablaba: "Soy aquella chica que conociste hace un mes en una fiesta. Después de un rato de conversación me dijiste: '¡Eres a todo dar!'. Me invitaste a ir contigo; yo acepté, y me dijiste otra vez: '¡Eres a todo dar!'. Ya en tu departamento me propusiste hacer el amor, y de nuevo accedí. Otra vez me dijiste: '¡Eres a todo dar!'. Al terminar el sexo me dijiste nuevamente: '¡Eres a todo dar!'. En seguida me ofreciste dinero, y yo no lo acepté. De nuevo me dijiste, entusiasmado: '¡Eres a todo dar!'. Y cuando nos despedimos me besaste apasionadamente y me dijiste por última vez: '¡Eres a todo dar!'. ¿Ya me recuerdas?". "Sí -responde Capronio con inquietud-. Ahora te recuerdo". "Bien -prosigue la muchacha-. Quiero que sepas que a consecuencia de lo sucedido aquella noche estoy embarazada. Mi familia no lo va a entender, y sé que tú no harás nada para ayudarme. En consecuencia, he decidido privarme de la vida". "¿Lo ves? -exclama con jubiloso alivio el ruin sujeto-. ¡Eres a todo dar!"... FIN.