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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Fea palabra es "adulterio". Al cometerlo se siente bien, pero al pronunciar la palabra se siente mal. Y sin embargo, como todas las culpas, el adulterio se puede justificar. "...Yo era hombre de principios. Para mí la esposa de un amigo era sagrada. Por eso unos días antes de acostarme con ella dejaba de sentir amistad por su marido...". Eso lo escribió Albert Camus (1913-1960). Doña Facilisa, también tenía principios. Se esforzaba en serle fiel a su esposo con la mayor frecuencia posible. A veces, sin embargo, fallaba en el intento. La carne, ya se sabe, es débil, y en la de sus amigos hallaba Facilisa un reconstituyente. Nada como la buena salud. Cierto día don Astasio, su marido, llegó al domicilio conyugal en el momento en que ella estaba entregada a uno de sus tratamientos de fortificación. (Decía que eso era mejor que el yoga). Para enfrentar trances como ése tenía don Astasio una libreta en la cual anotaba vituperios que enrostraba con energía a su consorte. Requirió esos apuntes y dijo a su mujer: "¡Quillotra!". Ese vocablo, registrado por la Academia de la Lengua, significa amante. Contestó doña Facilisa: "Te ruego, Astasio, que al dirigirte a mí no uses palabras raras. Bastantes tiene nuestro hermoso idioma para expresarnos con suficiente claridad. Además este señor no tiene por qué sufrir tus pedanterías. También te pido consideración para él". Habló el amigo de doña Facilisa, y dijo: "Es cierto, caballero. Muéstreme usted alguna consideración. ¿Acaso vine aquí a aprender palabras nuevas? Otra muy diferente es la razón de mi visita". Don Astasio vaciló. Buscó en su libreta a ver si hallaba alguna otra palabra aplicable al caso, mas no encontró ninguna. Salió de la habitación, refunfuñando, y cerró la puerta tras de sí. Con eso doña Facilisa y su concubinario pudieron seguir su vigorizadora actividad... Pasaron ya las fiestas del Bicentenario, aunque no acabe todavía el largo asueto a que el fasto dio lugar. Luego de estos tan jubilosos días podremos seguir también nosotros nuestra actividad, hasta que llegue el centenario de la Revolución, que celebraremos con más festejos y nuevas vacaciones. Todo se justificará si de estas conmemoraciones sacamos un sentimiento de unidad que nos permita hacer frente, todos juntos, a los males que ahora nos agobian, y procurar el bien de nuestra Patria. Podemos lograr eso con el trabajo diario; con nuestra fe en México y en nosotros mismos; con el apego a nuestros seres queridos, a nuestra familia y nuestro hogar. Estos días de sombra pasarán, y llegarán tiempos tranquilos. Que nadie nos quite la esperanza. Si la perdemos, perderemos todo. Estamos avanzando. Con el mismo entusiasmo que sentimos cuando gritamos: "¡Viva México!" sigamos trabajando por esta casa común, para que en ella puedan vivir en paz nuestros hijos y los hijos de ellos... Carta de una mujer a un consejero matrimonial: "Mi esposo tiene 60 años, y empezó a tomar unas pastillitas azules. Ahora quiere sexo a todas horas. ¿Qué hago? Posdata: Perdone lo tembloroso de mi escritura"... La señora estaba jugando a las cartas con sus amigas en su casa, cuando su marido le anunció que iba a salir. Ella lo acompañó a la puerta. Ahí se puso de rodillas ante él, le bajó el zipper, y tomando cierta parte de su anatomía le dio en ella un besito cariñoso. Le subió el zipper otra vez, se levantó y lo despidió afectuosamente. Las amigas le preguntaron, asombradas: "¿Por qué le diste un beso ahí?". "Siempre lo hago -respondió la señora-. El pobre tiene mal aliento"... FIN.

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