Si los días tuvieran colores, el del lunes sería gris. Día remolón, no es el primero de la semana, como tendemos a pensar, sino el segundo. Y ya lo dice el viejo dicho: "Nunca segundas partes fueron buenas". Este principio universal tiene excepciones, claro: la segunda parte del Quijote, por ejemplo, o, en nuestro tiempo, "The Godfather, Part II"; "Toy Story 2"; "The Empire Strikes Back", y -sobre todo- ese moroso, amoroso segundo acto que se logra cuando el amante se ha fortificado con un pequeño sorbo de las miríficas aguas de Saltillo. Muy mala fama tiene el lunes. Supongo que en lunes sucedieron los más terribles acontecimientos de la Humanidad: el Diluvio; la Noche de San Bartolomé; el estallido de la Primera Guerra Mundial; el estreno de las óperas de Wagner. "En lunes -reza otro dicho popular- ni las gallinas ponen". Ese día los albañiles no van a trabajar. En lunes empiezan todas las dietas, que durarán, a lo más, hasta el siguiente jueves. Hoy, lamento decirlo, es lunes, el día que más nos hace ansiar el viernes. Mayor peso aún tiene para nosotros este lunes después del largo asueto que trajeron las fiestas septembrinas. Ahora debemos volver a la realidad. "Me gusta la realidad -decía Anouilh-. Sabe a pan". Si eso es así, entonces la realidad actual ya no es tan real. O es más real de lo que debería ser. Porque ahora la realidad nos sabe a miedo. Es un estremecimiento colectivo. Pasados los ¡Viva México! nos preguntamos cómo va a vivir. ¿Regresará a nosotros esa tranquilidad que hace de la vida cotidiana una rutina amable como nuestras pantuflas? Añoro aquellos felices tiempos del pasado, cuando en las calles de nuestras ciudades no había gente ya después de las 11 de la noche. Ahora no hay gente ya después de las 8 de la noche. Volvamos, pues, a la realidad. Es terca: cerramos los ojos a ella, y cuando los abrimos todavía está ahí, empecinado dinosaurio. No podemos decirle: "Con permiso", e irnos, porque nos alcanza y se pone otra vez frente a nosotros mostrándonos el dedo. Y sin embargo al lado de esa realidad colectiva hay otra: la nuestra, personal e íntima, que compartimos con quienes están a nuestro lado, y nos aman, y se preocupan por nosotros. En esa más cercana realidad podemos encontrar la fortaleza que necesitamos para hacer frente a las calamidades de hoy. Ya vendrán tiempos mejores, y entonces... (NOTA: Nuestro estimado colaborador se extiende más en estas consideraciones, que por desgracia nos vemos en la necesidad de interrumpir, pues llegan a los 970 mil caracteres. Ni el mismo La Bruyère tuvo tantos. Le hemos pedido que en vez de seguir fantaseando sobre la realidad proceda a relatar algunos chascarrillos. Al leerlos la realidad huirá, aterrorizada, y así nos libraremos de ella aunque sea unos minutos)... Las tres hijitas del matrimonio se asoman por la cerradura de la recámara de sus papás. Dice la niña de 6 años: "Se están peleando". "No -la corrige la de 8 años-. Están haciendo el amor". Comenta la de 10 años: "Y muy mal"... "¡Qué hotel! -narró lleno de admiración un individuo-. Las toallas eran tan grandes que a duras penas pude cerrar la maleta"... Una mujer le pide al médico: "¿Puede darme más píldoras de dormir para mi esposo?". Inquiere el facultativo: "¿Por qué?". Responde la señora: "En la mañana se despierta"... El elegante caballero, evidentemente bajo el influjo de los espíritus del vino, le pregunta con tartajosa voz al policía: "¿Dónde estoy?". Le informa el guardián del orden público: "En la esquina de Morelos y Matías Carranco". "Olvídese de los detalles -replica el temulento-. ¿En qué ciudad?"... "¡Santo Cielo! -exclama la recién casada en su noche de bodas-. ¡Y yo que pensé que te decían 'El asno' por tonto!"... (No le entendí)... FIN.