El padre Arsilio celebró su cumpleaños, y le estaba contando a don Poseidón, granjero acomodado, cómo toda la gente le había llevado obsequios a la misa. "Me regalaron maíz, trigo y frijol -narró conmovido-, y alguien trajo un marranito. Pero lo que más me emocionó fue cuando Silvestrita, la pequeña hija de usted, puso un huevito sobre el altar". "¡Carajo! -se enoja don Poseidón-. ¡Siempre le dije que no fuera al corral! ¡Ese gallo es tremendo!"... Babalucas llegó a la oficina con un ojo morado. "¿Qué te sucedió?" -le preguntó uno de sus compañeros. "Fui a una fiesta de disfraces -relata el badulaque-. Me tocó bailar con una chica que llevaba un vestido con el mapa de México. Cuando estábamos bailando me preguntó de dónde era yo. Y lo único que hice fue poner el dedo en el Distrito Federal"... Sor Bette, religiosa de San Saturio, tenía un perico en la cocina del convento. El padre Arsilio, que hacía la visita mensual al beaterio, le preguntó con tono de reproche: "¿Por qué tiene usted ese loro en el convento, reverenda madre? Sería más propio de su oficio cuidar palomas, golondrinas o vencejos, ave viajera que al volar pone en el cielo el signo de la cruz. En cambio tiene usted un loro, pajarraco dicaz, pícaro y de dudosa fama". Explica sor Bette: "Soy la encargada de despertar a las novicias, señor cura, y yo misma nunca oía el despertador. Ahora se lo pongo al perico, y cuando la alarma suena el cotorro dice cosas que despiertan a todo el convento"... A muchos les gustan las antigüedades, y algunos las suelen comprar a precios elevados. Pocos advierten, sin embargo, que las antigüedades más valiosas que tenemos son los ancianos, hombres y mujeres. Ellos son inapreciables depósitos de vida; viviente archivo de las memorias de una comunidad. Deberían ser reverenciados como se hace en otras culturas, como se hacía antes en la nuestra. Cuando una persona llega a la que se conoce eufemísticamente como "tercera edad" -los 60 años- se le empieza a considerar anacronismo inútil. Pero a los 60 años Dom Pérignon hizo un hallazgo deleitoso: la champaña; y a los 70 Golda Meir fue electa primera ministra de Israel; y a los 80 Jessica Tandy ganó un Óscar por su actuación en "Driving Miss Daisy"; y a los 90 escribió Sófocles "Edipo en Colona", y a los 100 años de edad Araya Ichijiru subió a la cumbre del Monte Fujiyama. Debemos ir hacia nuestros ancianos, antes de que ellos se vayan de nosotros. Debemos recoger amorosamente sus recuerdos, atesorar sus palabras, pues la sabiduría de nuestros mayores es también una especie en vías de extinción. Tenemos que salvarla del olvido. Ningún anciano hay que no sepa algo que nosotros ignoramos. Ellos son nuestra raíz, y ya se sabe que un árbol que pierde la raíz pierde la vida. Tengo un amigo que cuando era joven concibió la magnífica ocurrencia de grabar los testimonios de vida de sus abuelos, de sus tías y tíos ancianos, de la gente mayor que conocía. Ahora esas grabaciones, esas voces que llegan del pasado, son un tesoro que reúne a la familia en torno de preciosísimas memorias; un manantial de anécdotas y tradiciones; una valiosa fuente de consejos, y un caudal generoso y entrañables de risas y lágrimas emocionadas. Apreciemos nuestras antigüedades más valiosas: los ancianos... Pepito se quejó de un dolor en el destino. "¿En dónde?" -preguntó la maestra, que creyó no haber oído bien. Repite el chiquillo: "En el destino". "¿Dónde es eso?" -se inquietó la profesora. "Aquí" -señaló Pepito su entrepierna. Quiso saber la maestra: "¿Por qué a esa parte le dices 'el destino'?". "Así se llama -respondió Pepito-. ¿No lee usted las páginas de sociales? Cuando hay una boda dice el periódico que los novios unieron sus destinos"... FIN.
