"Tengo un problema sexual -le dijo Afrodisio Pitongo a su doctor-. Cuando salgo de mi casa le hago dos veces el amor a la vecina. Luego, en el trabajo, se lo hago tres veces a la secretaria, y dos a la encargada del archivo. A la hora de la comida tengo sexo, dos veces también, con una meserita. Por la tarde acudo a varias citas con damas en diversos moteles de pago por evento, y a cada una de ellas le hago el amor tres veces por lo menos". El facultativo, asombrado, le pregunta. "Y ¿cuál es su problema sexual?". Responde el tal Pitongo con preocupación: "Al llegar a mi casa por la noche lo hago conmigo mismo, y la segunda vez siento un poco de fatiga". (¡Insensato! Por experiencia sé que el abuso de las facultades amatorias produce consunción. Suprime al menos lo de contigo mismo)... El oficial de tránsito observó a un hombre que manejaba en forma errática. Lo detuvo, y vio que el conductor era un sacerdote. Traía aliento alcohólico. "Padre -le preguntó con acento de reproche-. ¿Ha estado usted bebiendo?". Respondió el señor cura: "Solamente agua, hijo". "Permítame esa botella" -pidió el patrullero. Diósela el sacerdote; abriola el oficial y oliola. (Bella aliteración). "Padre -vuelve a decir, severo, el policía-. La botella contiene vino". "¡Alabado sea el Señor! -profiere el señor cura alzando los brazos al cielo-. ¡Otra vez el milagro de Canán!"... "... Donde está Armando Fuentes Aguirre, Catón, está también el humor y la picardía; la reflexión, las críticas y el amor por México...". Así empezó Daniel Santiago la excelente reseña que escribió en El Norte acerca del espectáculo "Compresencias", que el Tec de Monterrey presentó sobre mi trilogía "La Otra Historia de México". Nuestro idioma es rico en palabras. Tiene, por ejemplo, "mostagán", "belérico", "robinia", "pijotero", "ultriz", "quitameriendas" y "ayayay". Ninguna es suficiente, sin embargo -y menos aún "quitameriendas"- para dar voz a mi agradecimiento por ese honor que el ITESM me hizo al presentar mi obra en su teatro, el Elizondo, ante un público tan numeroso y lleno de bondad. Decir de la calidad del guión, escrito por Gerardo Garza; de la excelencia de los actores, músicos y cantores; del talento y la dedicación que en la puesta en escena se mostraron, es decir poco. (Más, mucho más dijo Marx en su obra "El Capital". Pero lo que dijo no viene ahora al caso). "... El momento cúspide -dice la reseña- llegó cuando los lectores dejaron libre el escenario a Catón, quien completó el espectáculo con un discurso que contagió de buen humor y emoción...". En su artículo Daniel Santiago usó, al referirse a mí, una palabra que me conmovió: poeta. Para un escribidor tan pardo y parvo como yo, ser llamado así es una condecoración. Por este medio hago llegar mi gratitud al Tecnológico de Monterrey, a sus alumnos y maestros, y al generoso público regiomontano que una vez más me ungió -como dije al final de la función- con el santo óleo de la bondad humana... Birjano llegó a su casa en horas de la madrugada, y abrazó conmovido a su mujer. Le dijo: "¡Por un momento pensé que te había perdido!". Ella se emocionó: "¿Creíste que te había abandonado?". "No -contesta Birjano-. Pensé que te había perdido en el póker"... Le dice un tipo a otro: "Mi papá salió del clóset". "¿De veras? -se interesa el otro-. ¿Es gay?". "No -responde el tipo-. Se le olvidan las cosas, y creyó que estaba en el coche"... La madre superiora le pide al dueño de la fábrica: "Mis monjas necesitan trabajar. Deles usted empleo". "Pero, Sor Bette -se apura el individuo-. Aquí hacemos condones". "No importa -contesta la abadesa-. Todas ellas son inocentes. Les diremos que son bolsitas de dormir para ratones"... FIN.