Llegaron al mismo tiempo al Cielo una monjita, una mujer casada y una muchacha de tacón dorado. San Pedro les preguntó qué hicieron en su vida terrenal. Declara la monjita: "Yo dediqué mi vida a la oración, y a hacer el bien a los demás". "Toma esta llave de oro -le dice el apóstol-. Es la llave del Cielo". "Yo -relata la casada- dediqué mi vida entera a mi esposo y a mis hijos". "Toma esta llave de plata -le dice el portero celestial-. Es la del Purgatorio". "Yo -narra la muchacha de tacón dorado- dediqué mi vida a los placeres. No hubo ninguno que no conociera, y sé brindar todos los deliquios de la pasión carnal". "Toma esta llave de bronce" -le dice el apóstol. Pregunta la muchacha, temblorosa: "¿Es la llave del Infierno?". Responde San Pedro: "No, tontita. Es la llave de mi departamento"... ¡Hoy! Sí, hoy a las 13.30, en el salón C de Cintermex, presentaré en la FIL de Monterrey, el más reciente de mis libros: "Díaz y Madero. La espada y el espíritu". Contaré una chispeante sucesión de anécotas, unas de personajes de la Revolución, otras de personajes de mi familia, y haré un balance crítico de los resultados de las luchas revolucionarias, algunas de las cuales fueron meramente de "quítate tú para ponerme yo". Te espero a ti, que eres uno de mis cuatro lectores, para hablar, más que de Historia, de historias; historias de gente de carne y hueso capaz de miserias y grandezas. ¡Ahí nos encontraremos!... Un mexicano que viajaba por España se gastó en paseos todo el dinero que llevaba. Apurado, pidió trabajo en un restorán. Le informa el dueño: "La única plaza disponible es de pinche". "Necesito trabajar -responde el mexicano-. Démela aunque sea de jijo de la tiznada"... Los recién casados volvieron de su luna de miel. Ya en su nidito de amor, la muchacha llevó a su flamante maridito a la sala, después a la cocina, y por último a la recámara. Luego le dice con una sonrisa: "De los tres lugares que te acabo de mostrar, escoge uno en el cual quieres que yo sea buena"... El baile era de máscaras. Un hombre y una mujer salieron al jardín, y en la penumbra de la noche hicieron el amor sobre la mullida grama. Al final del trance erótico se quitaron los antifaces. ¡Eran marido y mujer! "¿Te diste cuenta de que era yo?" -pregunta la señora. "No -contesta el esposo-. ¿Y tú?". "Tampoco" -responde ella-. Tras una pausa añade: "Con razón lo disfrutamos tanto"... Dos amigos que tenían muchos años de no verse -digamos 20- se toparon un día en el supermercado. Después de los abrazos y saludos de rigor le dice uno al otro: "Ando buscando a mi esposa, pero no la veo". "Yo también busco a la mía -dice el otro cincuentón-. ¿Cómo es tu mujer?". Responde el primero: "Me acabo de casar por segunda vez. Mi nueva esposa tiene 28 años. Es alta, rubia, de ojos azules. Fue modelo, y conserva sus medidas: 92-58-92. Trae una blusa ceñida, pues le gusta lucir sus encantos pectorales, y lleva un pantaloncito apretado, a fin de destacar los de la parte posterior. La vi hace rato: se puso de puntillas para alcanzar un artículo en un anaquel alto. Eso hizo que se le descubriera la cintura. Tiene la esbeltez del junco y la blancura ebúrnea del mármol de Carrara. Pude verle -cosa que me encanta- el ombliguito, y el principio de su adorable traserito. Y tu mujer: ¿cómo es?". "¡Olvídate de mi mujer! -responde el otro respirando agitadamente-. ¡Vamos a buscar a la tuya!... FIN.