"¿Su esposo es difícil de complacer en el renglón sexual?". Eso le preguntó el consejero matrimonial a doña Frigidia. "No sé -respondió ella-. Nunca he intentado complacerlo"... Llovía torrencialmente, y hacía una temperatura de 15 grados Celsius bajo cero. Grande fue por lo tanto la sorpresa del dueño de un pequeño restorán que funcionaba toda la noche cuando a las 2 de la mañana entró un señor tiritando de frío. Vestía piyama, y se cubría con un grueso abrigo, bufanda, guantes y gorro de invierno. "Deme una ensalada de atún para llevar" -pidió el recién llegado dando diente con diente. El hombre se dispuso a prepararla, y por entablar conversación le preguntó al sujeto: "¿Es para su esposa?". "¡Claro que es para mi esposa! -bufó el señor, furioso-. ¿Acaso cree usted que mi mamá me iba a mandar a estas horas, y en una noche como ésta, a que le llevara una ensalada de atún?"... Muchos lectores que asistieron a la presentación de mi más reciente libro, "La Otra Historia de México. Díaz y Madero, la espada y el espíritu", no pudieron entrar al salón C de Cintermex, en Monterrey, pues aunque se abrieron también el A y el B la concurrencia fue tan numerosa que por razones de seguridad las puertas del recinto se cerraron, y mucha gente quedó afuera. Pensando en eso haré hoy otra presentación en la capital regiomontana. Será a las 6 de la tarde, en la Librería Gandhi -¡qué agradecido estoy con esa casa!-, de la calle de Hidalgo. Ahí también narraré anécdotas, firmaré libros, me retrataré contigo, que eres uno de mis cuatro lectores, y te daré las gracias por tu afecto. ¡Nos encontramos hoy en Gandhi!... En mi casa mi palabra es ley. Eso quiere decir que nadie la obedece. El único que hacía lo que yo ordenaba era mi perro, el inolvidable Terry, y él ya me espera en ese más allá que cada día siento más acá. La ley, dicen los cínicos, está hecha para no cumplirse. En un país como el nuestro el Poder Legislativo hace las leyes, el Judicial las interpreta, el Ejecutivo las aplica, y todos juntos las violamos. Muchos alegan ignorancia de la ley para incumplirla, pero la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento. (Tampoco impide el ejercicio de la abogacía). En México la ley es casi siempre letra muerta. Quizá por eso muchos juzgados huelen mal. Aun los mejores ciudadanos piensan que no hay gran culpa en cachondear la ley, a condición de que no la violes claramente. Ahí está, por ejemplo, la prohibición que se impone a los políticos de hacer campaña anticipándose a los tiempos electorales. Todos se pasan dicha ley por donde Petra se pasa el peine, si me es permitida esa ática expresión. Peña Nieto desde hace rato anda en campaña; en campaña anda ya Marcelo Ebrard, y López Obrador empezó la suya al día siguiente de la elección del 2006. Risible es una ley que nadie cumple, y en ese caso están muchas de las normas que pretenden regir la actividad de los políticos. Ellos son diestros en encontrar maneras de evadir la ley; hacen de ella una maleable plastilina que moldean según su interés o conveniencia. Mejor sería que en la materia electoral no hubiera tantas leyes. Así se evitarían tantos incumplimientos... Con lo anteriormente dicho cumplo por este día la misión -superior algunas veces a mis fuerzas, reconózcolo- de orientar a la República. Doy paso ahora al relato de un chascarrillo final. Es de subido color, debo decirlo, motivo por el cual los lectores con escrúpulos deben saltarse en la lectura hasta donde dice FIN... Una joven mujer buscaba afanosamente en la sección de tarjetas con mensaje de la tienda de departamentos. Pasó por las de cumpleaños, matrimonio, graduación, y por aquellas que deseaban pronta recuperación de la salud. Al parecer, sin embargo, no hallaba la que necesitaba. El encargado se le acerca y le pregunta: "¿Busca alguna tarjeta en especial?". "Sí -responde la muchacha-. ¿No tiene una que diga: 'Perdóname por haberme reido cuando te vi aquello'?"... FIN.
