Avaricio Cenaoscuras, hombre agarrado, cicatero, pretendió enseñar a su hijo la sabia virtud del ahorro. Lo que en verdad le transmitió fue el detestable vicio de la tacañería. Ahorrar es cosa buena, sobre todo si tus padres ahorraron para ti, pero eso de vivir pobre para morir rico es una soberana necedad. Yo, la verdad sea dicha, nunca practiqué el ahorro. Para poder ahorrar necesitas que te dé sueño a las 9 de la noche, y a mí la somnolencia me llegaba al filo de la madrugada. Raras veces me iba a la cama -a mi cama- antes de que el sol asomara las rosadas pompas por los rútilos balcones del oriente. Esa falta de sueño sale cara. Arribé, pues, a la madura edad con el don, pero sin el din. No me arrepiento, claro, porque lo que me falta de dinero me sobra de recuerdos. Ésa, creo, es la mejor inversión. Si volviera a ser joven -¡Dios me libre!- cometería los mismos errores que ayer me preocuparon tanto y cuya memoria hoy me hace tan feliz. Pero me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. El hijo de Cenaoscuras, Avarito, mocetón en edad de merecer, salió una noche con una linda chica. A su regreso le preguntó don Avaricio, preocupado: "¿Cuánto costó tu cita con esa mujer?". Respondió el muchacho: "50 pesos, valor de dos refrescos". "No está mal -suspiró con alivio Cenaoscuras-. Pudo haber costado más". "Sí -admitió Avarito-. Pero eso es todo lo que ella traía". (Nota: otro hijo de don Avaricio, que lo ayudaba 12 horas diarias en la tienda, le pedía 10 pesos al terminar cada jornada. Después de varios días de darle los 10 pesos, don Avaricio le dijo al muchacho con tono de severidad: "A mí no me engañas. Tú tienes una querida")... Al elegir a Obama los estadounidenses se quitaron la mala conciencia de racistas. Ahora lo tratan como a cualquier blanco. Pasada la leve euforia igualitaria le retiran su apoyo, y le asestan un Congreso opositor para que le sirva de freno y contrapeso. Será difícil que Obama sea reelecto. Pero eso lo digo aquí entre nos, y espero que aquí quede: no quiero desanimar al joven Presidente... "Me especializo en resolver problemas" -le dijo el solicitante de empleo al director de la pequeña compañía. "Queda contratado -respondió el ejecutivo-. Le pagaremos un millón al mes". "¡Fantástico! -exclamó el otro, boquiabierto-. Pero ¿cómo van a hacer para pagarme ese salario?". Replica el director: "Ése será el primer problema que tendrá usted qué resolver"... La Fuerza Aérea de los Estados Unidos tiene una base supersecreta en el estado de Nevada, conocida sólo por los más altos niveles del mando militar. Grande fue por lo tanto el asombro -y mayor la inquietud- de los jefes cuando un buen día aterrizó en esa base de máxima seguridad una avionetita Cessna. De inmediato el hombre que iba en ella fue apresado y sometido a un estrechísimo interrogatorio. Dijo que había salido por la mañana de Winnemucca, su pequeño pueblo, para hacer un vuelo de práctica. Extravió el rumbo -narró el detenido-; perdió de vista su aeropuerto, y casi se le había agotado el combustible cuando vio aquella pista, y aterrizó en ella para salvar la vida. Toda la noche lo retuvieron los de la base, haciéndole preguntas e investigando en todos los archivos del ejército, la Interpol y el FBI para ver si no era espía o terrorista. Cuando finalmente se convencieron de que el tipo era sencillamente un despistado, lo dejaron ir, no sin antes advertirle con terribles amenazas que si le hablaba alguien de la existencia de aquella base lo pondrían en prisión por el resto de sus días, o quizá hasta lo fusilarían para evitar que el importante secreto militar se divulgara. Cuál no sería la sorpresa de los mílites cuando esa misma tarde volvió a aterrizar en la pista la avionetita Cessna. Ahora venían en ella dos personas: el hombre y su mujer. Bajó el tipo de su avioneta y les pidió a los de la base con suplicante voz: "¡Por favor, díganle a mi esposa donde pasé ayer la noche! ¡A mí no me cree!"... FIN.
