Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más gélida del continente americano. Tan fría es que cierto día pasó frente al escaparate de una agencia de viajes que anunciaba un crucero a Hawai, y eso bastó para que aquel año se helara toda la cosecha de piña en ese Estado de la Unión Americana. Quiero contar hoy lo que recientemente le sucedió a su esposo, don Frustracio. Llegó el señor corriendo al consultorio de un urólogo, y le pidió que le diera urgentemente una pastilla afrodisíaca. Le dijo el facultativo: "Tengo ésta muy potente, pero tarda 3 horas en hacer efecto". "¡Uh, no! -se duele don Frustracio-. Para entonces ya mi esposa se desamarró"... ¿Cuál es el artículo más caro que hay en México? ¿Algún costosísimo automóvil deportivo? ¿Una valiosa tiara de diamantes oculta en la bóveda secreta de un lapidario conocido sólo por unos cuantos potentados? ¿El cuadro de uno de nuestros célebres pintores, cuya obra alcanza precios millonarios en dólares o euros en las subastas internacionales? ¿Un centilitro de las miríficas aguas de Saltillo, cuya virtud equivale a un tráiler de Viagra? ¡No! Ninguno de esos artículos es el más caro que tenemos los mexicanos. El más costoso artículo que en México hay es la política. Somos un país cuya pobreza constituye un insulto para la dignidad humana, y sin embargo debemos mantener partidos políticos -y partidejos- carísimos, y una casta política parasitaria que gravita como pesada losa sobre la Nación. Debemos pagar también una burocracia electoral que parece multiplicarse cada día, y que demanda de continuo nuevos aumentos a su presupuesto. El IFE ya no es un instrumento de los ciudadanos para organizar y llevar a cabo los procesos electorales, sino un coto más de los partidos políticos a los que sirve, los cuales lo integran y manipulan a su antojo. Aun así, ese organismo está pidiendo un aumento superior al 20 por ciento en su presupuesto para el próximo año. El abuso en el gasto es también una forma de corrupción. Pésima es la política que se hace en México, y carísima, sobre todo si se toma en cuenta que en buena parte a ella debemos seguir en el subdesarrollo. Y más no digo, porque ya estoy muy encaboronado... Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, pero algo escasa de entendederas, se preocupó bastante cuando oyó hablar del calentamiento global. "¡Cielo santo! -exclamó consternada por eso de "global"-. ¿Se me van a derretir las bubis?"... El director de la NASA le dice al Presidente Obama: "Le tengo dos noticias, Mister President: una mala y una buena". Pregunta el mandatario: "¿Cuál es la mala?". Le dice el funcionario: "Los chinos consiguieron llegar a la Luna, y como prueba de su hazaña la pintaron toda de rojo". El presidente norteamericano llenó de efes aquel impensado logro de los orientales. Preguntó luego: "Y la buena noticia ¿cuál es?". Le informa el de la NASA: "Aprovecharemos ese fondo rojo para pintar nosotros con letras blancas: 'Tome Coca-Cola'"... El explorador de África le preguntó a su guía: "¿Qué debo hacer si me encuentro en la selva por la noche? ¿Cómo puedo ahuyentar a las fieras?". Le recomendó el guía: "Lleve consigo una antorcha encendida". Inquiere de nueva cuenta el explorador: "¿Y si una fiera me persigue?". Responde el guía: "Entonces su vida dependerá de lo rápido que lleve usted la antorcha"... El caracol debía ir a su casa, y la tortuga se ofreció a llevarlo. Subió el caracol a la tortuga, y ésta emprendió el camino. Le pide el caracol con angustiada voz: "¡No tan aprisa!"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, leyó en el periódico que un maniático sexual había escapado del manicomio. Llegó a su casa, y halló en la alcoba a un individuo cuyas señas personales coincidían exactamente con las que daba el diario. Con tono de energía le dice la señorita Himenia al maniático sexual: "¡Le doy exactamente 72 horas para que salga usted de aquí!"... FIN.