Joe Fleecer, bandido americano, y Babalucas, bandolero mexicano, asaltaron un banco de Laredo, y obtuvieron un cuantioso botín en dólares y pesos. Joe procedió a hacer el reparto del dinero. Le dijo a Babalucas: "Mil dólares para mí; mil pesos para ti... Mil dólares para mí; mil pesos para ti... Mil dólares para mí; mil pesos para ti...". "Mira, Joe -lo interrumpe Babalucas-. Los gringos nunca me han caído bien, por abusivos. Pero una cosa debo reconocer: tú sí que eres parejo"... El chiste más antiguo del mundo proviene de la Grecia antigua, y debe tener 2 mil 500 años de venerable edad. Según ese relato una mujer estaba dando a luz. Lo hacía en medio de grandes penalidades y fatigas; entre gemidos desgarrados, ayes lastimeros y clamorosos ululatos de dolor. Llegó una comadrona a darle auxilio, y se sorprendió al ver que la parturienta no estaba en el lecho, sino acostada en el suelo. Le preguntó, asombrada: "¿Por qué no subes a la cama?". "¡Ah, no! -replicó asustada la mujer-. ¡Tú quieres que regrese al lugar donde mis males comenzaron!". Yo me hago una pregunta: las fiestas del centenario de la Revolución -tan desangeladas ellas- ¿no habrán sido un regreso al lugar donde nuestros males comenzaron? Y otra pregunta me hago: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... ¡Bravo, pendolista! Tu mensaje fue bueno, breve y sustancioso. No propongo que tu agudo comentario sea grabado en bronce eterno o mármol duradero, pues sé que el precio de ambos materiales anda por las nubes, pero exijo que al menos sea inscrito en plastilina de buena calidad. Ya después veremos. Enarra ahora un chascarrillo final, y luego pasa a retirarte... Ludina Fodonga estaba jugando en las maquinitas cuando se percató, espantada, de que era casi la hora de cenar. Su esposo se enojaba mucho cuando llegaba del trabajo y su cena no estaba ya dispuesta. Se apresuró Ludina a llegar a su casa, y apenas estaba disponiendo las cosas para prepararle algo a su marido cuando escuchó que entraba. Apurada, lo único que se le ocurrió fue ponerle en el plato unas croquetas del gato, las cuales adornó con hojas de lechuga, rebanadas de tomate, rodajas de cebolla y un par de aceitunas. Para su sorpresa las croquetas le encantaron a su esposo. "¡Qué sabrosas! -exclamó con deleite el individuo-. ¿Qué son?". "Er... -vaciló la señora-. Se llaman Aubergines au vin du Rhin. Fue uno de los 12 platillos que formaron el menú en el banquete del Centenario de la Independencia, presidido por don Porfirio Díaz. El ágape, para 10 mil personas, fue servido en el Palacio Nacional por Sylvain Daumont, uno de los notables chefs franceses que durante el porfiriato hicieron las delicias de los paladares en la Ciudad de México. Otros de esos grandes cocineros fueron Charles Récamier, Maurice Porraz y Émile Hommel y su esposa, primeros dueños de la pastelería 'El Globo'". Dijo el marido: "Agradezco el breviario cultural, pero más agradeceré que todos los días me prepares esta delicia suculenta". La señora cumplió el deseo de su cónyuge, pues eso le ahorraba trabajo y le permitía gastar más tiempo -y más dinero- en las famosas maquinitas, que son ahora vicio muy de moda, sobre todo entre las damas. A mañana tarde y noche le servía a su esposo croquetas para gato. Cuando las amigas de la mujer supieron eso, se escandalizaron. "¡Eso no es alimento para humanos! -le dijeron-. ¡Con semejante dieta vas a matar a tu marido!". En efecto, un buen día apareció en el periódico la esquela funeraria del sujeto. Las señoras fueron a darle el pésame a la viuda. Le dijeron: "¿Lo ves? Aquella alimentación a base de croquetas para gato acabó por causar la muerte de tu esposo". "No murió por las croquetas -replicó ella-. Todas las noches se iba a las azoteas a buscar gatitas, y en una de ésas se cayó"... FIN.