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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un señor y sus amigos decidieron ir a una casa de mala nota de mucho postín. Antes ese lugar se había llamado "el congal de Santa", pero con el Tratado de Libre Comercio y la globalización pasó a denominarse "Executive Sex and Pleasure, Inc.". El señor decidió llevar también a su hijo, de nombre Agapito, a quien todos conocían como Pito. Pensó que una visita a dicho sitio le serviría a su retoño más que la consabida explicación acerca de las abejitas y los pajaritos. (Lo mismo hacían los clientes de Polly Adler, la dueña del mejor y más exclusivo lupanar de Nueva York en los años cuarentas y cincuentas del pasado siglo. En su delicioso libro de memorias "Una casa no es un hogar", Polly narró que los más empingorotados caballeros de la gran ciudad le llevaban a sus hijos para que los iniciara con experta delicadeza, y aun con ternura, en el hermoso arte de amar). Llamó por teléfono, pues, aquel señor para hacer la reservación del caso. "¿Cuántos son ustedes?" -preguntó la madama. "Seis -respondió el señor-, sin Pito". "Eso no importa -dijo la mujer-. Ya encontraremos alguna forma de que se diviertan". ¿Qué le pedirán los mexicanos al próximo Presidente de México? Le pedirán seguridad, principalmente. La vida de los mexicanos se ha trastocado en muchas ciudades del País, y se ha vuelto peligrosa aventura cotidiana. En algunas entidades hay ya casi un estado de guerra. Los ciudadanos sienten que su patrimonio, y aun su vida, están en riesgo. Así, quien llegue a la Presidencia tendrá como tarea principal conseguir un regreso a la normalidad. Muchos piensan que ese logro es imposible, a menos a corto y mediano plazo, y que tendrán que pasar años antes de que gocemos otra vez de esa tranquilidad que deriva del orden y la paz. Otros, por el contrario, suponen que el mal que ahora padecemos desaparecerá con prontitud si se aplican los métodos que -intuye la gente- se usaban en los pasados tiempos, entre ellos el del acuerdo y las negociaciones con aquellos de quienes deriva la amenaza. Me sorprende escuchar en todas partes puntos de vista favorables a esos arreglos que, se supone, existían antes, y que habrían sido rotos por los nuevos gobiernos que con la transición democrática accedieron al poder. Hágase el milagro y hágalo el diablo, opinan los partidarios de ese entendimiento entre las fuerzas del orden y las del desorden. Las cosas, sin embargo, quizá no sean tan fáciles como parecen a primera vista. ¿Negociación? ¿Con quién? Las circunstancias han cambiado, y es improbable que nuestro vecino de más allá del Bravo esté dispuesto a permitir que dejemos de hacerle la tarea. Sea como fuere, lo cierto es que el problema de la inseguridad es hoy por hoy el que preocupa mayormente a la ciudadanía, más aún que otros problemas anejos a ése, como el de la pobreza y la falta de empleos. En posición difícil llegará a su cargo el sucesor de Calderón: la gente esperará que el nuevo Presidente nos libre en corto tiempo de ese avispero que don Felipe -dicen sus críticos- sacudió sin saber bien a bien cómo lo combatiría después. Sigue ahora un cuento de subido color. Ese relato sicalíptico fue calificado por la Liga de la Decencia con tres equis (espero que esa letra todavía se llame así). Las personas que por escrúpulos morales no gusten de leer relatos sicalípticos calificados con tres equis, quítenle una o dos, y luego, ya tranquilas, léanlo. Rosilí volvió de su viaje de bodas. Venía llena de moretones y lacerias. "¿Qué te pasó?" -le preguntó, asustada, su mamá. "Me golpeó mi marido" -solloza la muchacha. "¿Cómo es posible? -se inflama la señora-. ¡Pero si apenas acaba de pasar el Día Internacional de la Violencia contra la Mujer! ¿Por qué te pegó ese descastado, bastardo, infame, mal nacido e hideputa?". "Yo tuve la culpa, madre mía -gime la muchacha-. En mi despedida de soltera una amiga me contó que la noche de bodas su esposo Nicolás tenía muy caliente la entrepierna. Otra contó también que en la primera noche su marido Antonio mostraba en la misma parte igual ardor. Yo le dije a mi novio al empezar las acciones: "¡Mira! ¡Tienes bien caliente ahí, igual que Nico y Toño!". FIN.

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