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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Me gustaría tener bubis más grandes -le dijo una señora a su marido-, pero me da miedo someterme a una operación quirúrgica". Le sugiere el individuo: "¿Por qué no te frotas el busto con tus panties?". La señora, amoscada, pregunta: "¿Acaso con eso me crecerán las bubis?". "Supongo que sí -dice el esposo-. Mira las pompas cómo se te han puesto". Un tipo pidió en la librería: "¿Tienen ustedes el libro 'La mujer inmoral'?". El encargado lo corrige: "Querrá usted decir "La mujer inmortal'". "No -rechaza el individuo-. Inmortal pa'qué la quiero". Babalucas se casó. Cuando regresó de su viaje de bodas sus amigos le preguntaron: "¿Cómo te fue?". "Muy bien -responde alegre Babalucas-. Ya casi la estoy convenciendo". El Santa Claus de la tienda de departamentos se puso en el regazo a Pepito y le preguntó: "¿Qué quieres que te traiga en Navidad, buen niño?". "No vengo a pedir nada -responde Pepito con sonrisa aviesa-. Vengo a hacerte una sugerencia. Ahora que bajes por las chimeneas, ten cuidado con el hollín". Acompañado por su esposa un maduro caballero fue con el doctor. Le dijo en voz alta, para que se escuchara en la antesala, donde había señoras esperando la consulta: "Doctor: cuando le hago el amor a mi mujer me siento perfectamente bien. Después de 10 minutos tengo sexo con ella otra vez, y me duele la cintura. Dejo pasar 15 minutos y le hago el amor por la tercera vez. Entonces siento un dolor en la espalda. Y cuando después de 20 minutos hago el sexo con ella por vez cuarta, me duele todo el cuerpo. ¿Eso es bueno o malo?". La esposa se inclina hacia el facultativo y le dice al oído: "No es ni bueno ni malo, doctor. Es mentira". En cierto cementerio hay una lápida que dice: "Aquí no yace nadie. Los papás de quien debió yacer aquí usaron siempre condones de la prestigiada marca Rubber Boots. ¡Son infalibles!". La señora llamó a la tienda donde había comprado un televisor, y pidió que le enviaran un técnico, pues la imagen se veía borrosa. Llegó el empleado, que resultó ser un apuesto muchacho de muy buen parecer, y en unos minutos arregló el desperfecto. La señora le invitó un café. Una cosa llevó a otra, y para no hacer larga la historia los dos terminaron en la alcoba. Acabado que fue el trance, ella le dice al técnico televisivo: "¡Eres fantástico! Mira: esta noche mi marido llegará tarde, pues tiene una junta en la oficina. ¿Por qué no vienes a las 8 de la noche, y hacemos esto otra vez?". "¿Qué? -se enoja el muchacho-. ¿En mi tiempo libre?". Un hombre le dijo en el confesonario al joven sacerdote: "Me acuso, padre, de que soy un tonto". "Eso no es pecado, hijo -replicó el sacerdote-. Si lo fuera, muchos que conozco, incluso algunos superiores míos, serían formidables pecadores. Pero aclárame una cosa: ¿por qué dices que eres tonto?". "Mire, padre -explica el penitente (dicho sea sin segunda intención)-. Tengo una esposa bellísima, de agraciado rostro y cuerpo escultural: hombros ebúrneos; turgentes senos como de Venus de Citeres; talle de palmera; grupa de potra arábiga; brazos de Juno; torneadas piernas marfilinas. A más de hermosa, mi mujer es ardiente, pasional, concupiscente, voluptuosa, lúbrica, libidinosa, impúdica, lasciva, licenciosa, erótica y sensual. De continuo arde en ignívomas ansias amorosas; tal se diría que está deseando siempre que en ella se cumpla obra de varón. Y sin embargo, padre, no siento por mi cónyuge interés alguno, y aunque me pide sexo a todas horas no atiendo nunca su carnal demanda, y ella anda en permanente estado de inquietud por falta de hombre. Le digo, padre: soy un tonto". "Caramba, hijo, -tose el sacerdote-. Dime, ejem: ¿dónde vives? ¿Cuál es tu dirección?". "Padre -responde con tono severo el individuo-. Soy tonto, no indejo. FIN.

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