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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Volupticio, joven mancebo proclive a la sensualidad, invitó a Dulcilí, muchacha ingenua, a pasear en automóvil, y la llevó a un alejado paraje de ambiente romántico conocido entre las parejas jóvenes con el poético nombre de "El Ensalivadero". Ahí, pensaba, podría suscitar los amorosos deseos de la chica, y hacer surgir en ella impulsos de libídine. Como quien no quiere la cosa le puso la mano en la rodilla. Después, conforme a su avieso plan de seductor, empezó a hablarle de lo efímera que es la vida humana, para convencerla -"Carpe diem"- de disfrutarla ahí mismo. "Dulcilí -le dijo muy solemne-. Estoy pensando en el más allá''. "Lo creo -responde la muchacha-. Ya tienes la mano en el más acá''... Pregunta don Algón: "Y dígame, señorita Rosibel: ¿es usted buena secretaria?''. "Eficiente, señor -contesta ella con pícara sonrisa-. En lo de buena puedo hacer algunas excepciones''... El ginecólogo le informa a la rancherita: "Estás embarazada, Bucolina. Vas a tener cuatitos''. "¿De a dos? -se asusta ella-. ¡Caray, el otro ha de ser el del compadre Eglogio!''... Himenia Camafría, madura señorita soltera, recibió en su casa a don Autumnio, añoso caballero, y lo sorprendió al ofrecerle una cena preparada por ella misma. Le dice el invitado: "Qué afortunado soy, amiga mía, de poder disfrutar sus habilidades culinarias". "¡Ay, don Autumnio! -se ruboriza la señorita Himenia-. ¡Ya va usted a empezar con sus cosas!"... Hace unos meses fui invitado a decir unas palabras de aliento a los muchachos que forman el equipo Rayados del Monterrey. Gratísima experiencia fue ésa para mí, por el trato cordial y amable de los jóvenes deportistas y de sus directivos. Además, ese acontecimiento me hizo llegar a alturas inmensurables en la consideración y estima de mis nietos. Al día siguiente de mi plática los Rayados golearon a los Pumas, equipo con el que sólo habían conseguido empates, e hilaron luego una cadena de 18 triunfos (yo había garantizado únicamente 15). La temporada culminó con la conquista del campeonato por el Monterrey. Desde luego, lo reconozco, algo tuvo que ver en tan espléndida victoria la entrega y talento de los jugadores, su disciplina y sentido de equipo, lo mismo que la inteligente dirección técnica de ese gran señor y caballero que es Víctor Manuel Vucetich; pero no cabe duda de que el poder de la palabra es grande, y extraordinarios los prodigios que con ella se logran. Lo único que siento es que el campeonato se haya conseguido a costa del Santos, el equipo de Torreón, ciudad por la que tanto afecto siento, y tanta gratitud. No podía yo prever que la final se daría entre esos dos conjuntos. De haberlo sabido habría planeado las cosas de modo que el encuentro terminara en empate, y el campeonato se decidiera en serie de penales. Pero las cosas sucedieron de otro modo. Felicidades, pues, a los Rayados; felicidades a Monterrey, generosa comunidad que anhelaba ese triunfo y al final lo obtuvo; y un gran abrazo al señor Vucetich, a sus futbolistas, y a todos los que con su talento y con su entrega han hecho posible que los regiomontanos tengan este equipo de tanta calidad, que ahora le da a Monterrey una enorme alegría en los difíciles días que se viven... Aquel tipo era socio de un club de nudismo. Le pregunta un amigo: "Dime, Corito: ¿por qué eres nudista?''. Responde con laconismo el otro: "Así nací''... Había carreras de caballos en el pueblo. De su rancho llegó don Poseidón, rico señor terrateniente, quien iba montado en un macho rucio de gran alzada y corpulencia. Para ver bien la carrera se acomodó a lomos de su macho en la primera fila. Sucedió, sin embargo, que el animal invadía la pista por donde correrían los caballos. Se acerca uno de los organizadores y le dice a don Poseidón con tono perentorio, usando el lenguaje de los charros: "Haga recular a su macho, señor, que está estorbando''. "Mi macho no recula, ni reculo yo'' -replicó el hacendado con tono desafiante. "Pues le digo que lo haga recular'' -insiste el otro. "Sépaselo -contesta de nueva cuenta, terco, don Poseidón-. No haré recular a mi macho''. "Pues, amigo -se enoja el otro-. Si usted no recula su macho, se lo voy a recular yo''. "¿Ah, sí? -estalla don Poseidón-. Mire: usted que me recula el macho, y yo que le remacho el...''. FIN.

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