"Anch' io sono pittore!". "¡También yo soy pintor!". Así exclamó Correggio, con orgullo, al ver la imagen de Santa Cecilia pintada en Bolonia por Rafael. Cuando estoy en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, y ando por sus extensos andadores, y miro la infinitud de libros y de autores ahí representados, ganas me dan de proclamar con ufanía igual: "Anch' io sono scrittore!". "¡Yo también soy escritor!". Todos los años, sin faltar ninguno, he ido a la FIL de Guadalajara. Primero como simple lector, a diferencia de hoy, que voy como lector simple. Observaba a aquellos inolvidables escritores ahora olvidados; veía con admiración -y algo de envidia- a las parejas de intelectuales de moda. (Las más de esas parejas están muy desemparejadas hoy). Un día las cosas empezaron a cambiar. El primer indicio que tuve de ese cambio fue cuando hice fila para obtener la firma de Mario Benedetti en uno de sus libros. La persona que iba delante de mí, una lectora, le presentó el suyo al celebrado autor. En seguida se volvió hacia mí y me dijo: "¿Me pone usted también su autógrafo?". Y es que para entonces yo ya salía en la tele, y escribía en "Mural". Benedetti me vio como se mira a un bicho raro. Le entregué mi ejemplar. Él preguntó: "¿A quién dedico el libro?". Le respondí, modesto: "A su servidor, Armando Fuentes". No dijo nada él. No exclamó: "¡Ah!", ni se puso en pie para abrazarme, ni me dijo: "¡Yo soy su fan!", o algo parecido. Puso su dedicatoria, me entregó el volumen y siguió firmando. Y es que nadie me conoce por mi nombre. Después lamenté no haberle dicho con firme y clara voz, inflando el pecho e irguiendo la estatura: "Para Catón, por favor". Estoy absolutamente seguro de que en ese caso Benedetti tampoco habría dicho nada. No habría exclamado: "¡Ah!", ni se habría puesto en pie para abrazarme, ni me habría dicho: "¡Yo soy su fan!", o algo parecido. Y sin embargo he aquí que llegué hace unos días a la FIL, y lo primero que vi fueron enormes copias de mi obras colgando del techo del vastísimo salón; por doquier grandes pendones con las portadas de mis libros, y planas de periódicos en que se anuncia que el más reciente de ellos, "La Otra Historia de México. Díaz y Madero. La espada y el espíritu", llegó al primer lugar de ventas en las beneméritas librerías Gandhi. Mi muyquerida casa editorial, Diana, del Grupo Planeta, me informa que esa obra sobre la Revolución estuvo entre los cinco libros más vendidos en la FIL; que su antecedente, "Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño", llegó ya a su edición decimocuarta , y que otro libro mío, "De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos", se está vendiendo como pan caliente -si me es permitido ese audaz símil- para regalar en esta Navidad. Doy gracias a mis sabios editores, y a mis cuatro lectores, sobre todo, porque han hecho de mí lo que jamás llegué a soñar: un autor de éxito a quien la gente olvidará -gracias a Dios- al día siguiente de que se haya ido, si no es que antes... Y ahora un cuentecito de humor lene, para justificar mi existencia... El rabino Saichel cumplió 25 años de estar al frente de su congregación en Nueva York. La comunidad, agradecida, acordó regalarle un viaje de dos semanas a Miami Beach, con todos los gastos pagados. "Y al llegar a su hotel -le dijo con sonrisa picaresca el presidente de la congregación- encontrará usted una pequeña sorpresa". Cuando el rabino entró en su cuarto vio que sobre la cama estaba, desnuda y en actitud voluptuosa, como la Maja de Goya, una hermosísima mujer. Al ver aquello tomó el teléfono y llamó al presidente de su comunidad. "¡Cómo es posible esto! -le gritó lleno de enojo-. Toda mi vida he procurado huir del mal; dar a ustedes ejemplo de rectitud; guiarlos por el camino bueno. Y ¿cómo me corresponden? Poniendo en mi habitación a una kedêshah o prostituta; a una pecadora; una Tamar, una Gomer, una Rahab; a una mujer de tentación que...". La chica, al oír eso, recogió sus ropas, apenada, y se dirigió a la puerta. Le dice el rabino al tiempo que cubría con la mano la bocina del teléfono: "Vuelve a la cama, linda. A ti no te estoy diciendo nada"... FIN.