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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El demonio se le presentó a Jesús en el desierto. Desde lo alto de un monte desplegó ante él la redondez del orbe, y le dijo para hacerlo caer en tentación: "Todo el mundo te lo daré si, humillándote, me adoras. Todo lo que hay sobre la tierra será tuyo". En seguida, sin embargo precisó: "Todo, menos la Cámara de Diputados de México, pues ese recinto es patrimonio mío, y por ningún motivo puedo deshacerme de él"... En efecto, la sede camaral es con frecuencia un sitio donde parece que los diablos andan sueltos. Se oyen ahí más denuestos, injurias, maldiciones e improperios que en la cantina de más baja estofa, o en una pulquería de arrabal. Así actúan los llamados representantes populares. ¡Representantes populares! Risum teneatis, amici? ¿Podéis contener la risa, amigos? (Esa pregunta la hizo Horacio en su Epístola Quinta a los Pisones, llamados así porque no sabían bailar). Bien conocemos que los tales representantes no nos representan a nosotros, sino a sus partidos y a su propio interés. De vez en cuando, sin embargo, los diputados dan muestra de buen sentido, como hicieron cuando acordaron despojar de su fuero a Julio César Godoy. Este señor es acusado de tener vínculos con la delincuencia organizada, a causa de lo cual es objeto de investigación por la justicia desorganizada. El penoso asunto nos recuerda que la institución del fuero ha sido desvirtuada: en su origen protege al diputado contra censuras, ataques o castigos que puedan venir sobre él en virtud exclusivamente de la manifestación de sus ideas, pero no lo pone por encima de la ley que obliga a todos, ni le otorga impunidad para cometer delitos. El caso de Godoy debe servir para revisar las concepciones, algunas muy torcidas, que sobre el fuero existen... Hoy empiezan las posadas, una de las más hondas tradiciones de la Navidad en México. Durante nueve días, hasta el del nacimiento de Jesús, en cientos de miles de hogares mexicanos se lleva a cabo la entrañable fiesta, con rezo de ese florilegio de piropos, el rosario; un villancico entre cada misterio, y luego cantos para pedir posada: "¡Entren, santos peeeregrinos, peeeregrinos...!". Hay sabrosura de viandas de la época -tamalitos, buñuelos, champurrado-; ponche para las damas, y lo mismo, pero con tripas o piquete (o séase un chorrito de licor) para los caballeros; quizás un bailecito familiar; y, sobre todo -porque eso es el alma de la posada- piñata y bolo para la chiquillería. Esta palabra, "bolo", es un lindísimo mexicanismo. En principio el vocablo designa a las monedas que el padrino de un bautizo arroja -la morusa- a los chamacos que se juntan en el atrio de la iglesia en espera del regalo, y da nombre también al obsequio que se debe hacer a quienes asistan al festejo. Si el padrino deja de dar ese bolo, afirma la conseja popular, el bautizado saldrá pedorro, lo cual no es cosa buena, pues ser pedorro impide brillar en sociedad. Ahora bien: ¿de dónde viene aquel término, bolo? García Cubas piensa que su origen está en la misma ceremonia del bautizo. El sacerdote pregunta simbólicamente al cristianado: "Vis baptizare?". "¿Quieres ser bautizado?". En representación de la criatura contesta el monaguillo, ayudante o sacristán: "Volo". Es decir "Quiero". De ahí vendría la palabra "bolo". También se llama así a la bolsa de golosinas que se da a los niños en las posadas y otras fiestas. Cambian los tiempos, y los usos cambian. Las posadas de ahora no son como las de antes, y eso es motivo de aflicción para quienes piensan que todo tiempo pasado fue mejor. La verdad es que todo tiempo pasado ya pasó -frase de Perogrullo-, y es ejercicio inútil lamentar su pérdida. Pero nada nos puede quitar, sin embargo, especialmente a los que ya peinamos canas, o no peinamos nada ya, las memorias de aquellos años del ayer, cuando, como dice don Abundio, aún había costumbres, y la gente se comportaba con conducta. Ahora, añade él mismo, ya no hay religión. Adaptémonos, pues, a los nuevos tiempos, que quizá no sean tan nuevos después de todo, pues la naturaleza humana es la misma hoy y siempre. Pondré un ejemplo de esa adaptación. Cierta señora de la ciudad le dijo a don Abundio con escándalo: "El mundo, señor, está lleno de gays y de lesbianas, de bisexuales y travestis". "Pa' eso es mundo, señora -respondió con tranquilidad el sabio viejo-. Pa' que haiga de todo"... FIN.

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