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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"¡Pero, hija! ¿Cómo fuiste a ponerle ese nombre a tu niña? ¡Así se llama la mujer perversa que sale en 'La intrusa'!". Mamá Lata, mi abuela materna, se desolaba, y abría angustiada sus ojos de ciega al saber que su nueva bisnieta llevaba igual nombre que el de la villana de su radionovela. ¡Qué magníficas cosas oíamos en aquellos enormes aparatos de bulbos, con gabinete de catedral -así se decía- tallado en madera! Quienes tuvimos la fortuna de vivir esos tiempos de oro de la radio no olvidamos a los insignes personajes de la época. Hace algunas semanas me presentaron en Puerto Vallarta a un amable señor. "Tomás Perrín", me dijo al estrecharme la mano. Le pregunté, sin creer lo que oía: "¿Es usted hijo de don Tomás Perrín?". "No -me respondió con una sonrisa-. Soy hijo de Carlos Lacroix y de Cuca la Telefonista". ¡Carlos Lacroix! ¿Te acuerdas? "¡Cuidado, Carlos! ¡Cuidado!". "¡Dispare, Margot, dispare!". Y aquella frase, entonces de uso diario: "Perdón. Creí que era Margot". Yo oía radionovelas con mi abuela. Ella tejía sin ver, o fumaba con lentitud su Carmencita, y celebraba las frases de los personajes. Si la heroína cedía a las viles instancias de su falso galán, ella decía cuando estaba yo: "¡Ah qué caramba!". Cuando no estaba yo, decía: "¡Ah qué pendeja!". Escuché entonces las voces de Arturo de Córdova, Salvador Carrasco, Guillermo Portillo Acosta -quien además era popular declamador-, Pura Córdoba, Rosario Muñoz Ledo y doña Prudencia Grifell. Oír a esos grandes decidores era verlos: cuando hablaban parecía que estaba uno en su presencia. He sabido que algunos de los que hacían papeles en radionovelas eran feos, y feas algunas de las grandes artistas de la radio. Todos, sin embargo, tenían acento de dioses o de diosas al matizar sus parlamentos. Gracias a esas epopeyas en 2 mil capítulos la vejez de mamá Lata no transcurrió en las sombras, sino en la luz de una perfecta fantasía. Sentía gran orgullo porque su nieto, Rubencito, era actor de radionovelas. En una que se grabó en Monterrey hacía el papel de amigo del protagonista. Empezó a tener más popularidad que el héroe, y se sintió por eso autorizado a pedirle un aumento de sueldo al productor. "Vamos a ver qué pasa" -le dijo éste. Al día siguiente, cuando Rubén se dirigía en coche a la estación a grabar el capítulo del día, escuchó el anterior, en el cual él no había participado. "Una mala noticia, Fulano -oyó que le decía, consternado, uno de los actores al personaje principal-. ¡Mataron a tu amigo!". El fallecido dio sin más la vuelta en 'u', y regresó a su casa, desempleado. Estoy hablando de quien sería años después el Profesor Jirafales; Rubén Aguirre, mi querido y admirado primo. Ahora me entero de que el director general de la Fonoteca Nacional, Álvaro Hegewish, ha ordenado que se añada a los tesoros que guarda esa institución el rico acervo de las telenovelas que en nuestro país se han hecho, sobre todo en la W y la XEQ. Por este medio le hago llegar mi aplauso de reconocimiento. Un equipo de expertos, entre los cuales figura el talentoso Jaime Almeida, se encargará de rescatar y clasificar esas joyas que pertenecen a la historia de la radio en México. (Monterrey tiene también una valiosa tradición en la radionovela. Recordemos nombres como los de don Juan Cejudo o El Vate Rosendo Ocaña. Bien valdría la pena recoger en la misma forma esas aportaciones hechas principalmente en la XET y la XEFB). Tengo un propósito de año nuevo: visitar la Fonoteca para decirle a don Álvaro que Radio Concierto, nuestra estación de radio - "En el aire, música que no se lleva el viento"-, está a sus órdenes en mi ciudad, Saltillo, para difundir por puro amor al arte el arte puro y amoroso de la radionovela, con esas inefables emociones de sentimiento y voz que pusieron luz auroral en la tiniebla triste de esa adorable viejecita de cabellos blancos y dulce y encendido corazón que nos está mirando con ternura desde una región de belleza indescriptible en que no hay sombras ya. (Nota. Desde donde dice: "esas inefables emociones de sentimiento y voz.", hasta donde dice: "región de belleza indescriptible en que no hay sombras ya", es una frase de radionovela. Queda aquí para cuando reviva ese género que ahora, en la Fonoteca, vivirá por siempre). FIN.

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