¡Buenas noticias! ¡Ni hoy ni mañana se hablará aquí de política! ¿Por qué tan inesperada bienaventuranza, que disipa en parte la calígine de la República? ¡Ni hoy ni mañana se hablará aquí de política porque esta noche es Nochebuena, y mañana Navidad! En virtud del respeto que se debe a fastos tan sublimes ni siquiera rozaré el tema político. Sólo diré que el PAN ha cometido muchas insensateces desde que renunció a los ideales y principios de don Manuel Gómez Morín, su fundador. La mayor de esas insensateces, sin embargo, sería pensar en Diego Fernández de Cevallos como su próximo candidato presidencial. Y basta de política y cosas peores. En su lugar narraré una serie de pequeños cuentos alusivos a las celebraciones... El ginecólogo le informó a la joven mujer que le pidió la examinara: "No me cabe ninguna duda, señorita Dulcilí: está usted embarazada''. "¡Imposible, doctor! -protesta ella con vehemencia-. ¡Jamás he tenido trato carnal con hombre alguno! ¡Soy virgen!''. Con toda calma el médico se pone en pie y va hacia la ventana. "¿Qué hace usted, doctor?'' -pregunta con extrañeza la muchacha. Responde el facultativo: "Estoy mirando el cielo. Si lo que dice usted es verdad, en este momento debe estar apareciendo una estrella en Oriente''... Rosilita, llenos de lágrimas los ojos, le dice a Pepito: "¡Mi mami no quiere que Santa Claus me traiga un perrito!''. Le aconseja el chiquillo: "Pídele a tu mamá que te traiga un hermanito, y verás que Santa Claus te trae el perro''... A Babalucas le regalaron en la pasada Navidad un rompecabezas de 100 piezas. Hace unos días lo terminó de armar. "Me tardé menos de un año en terminarlo -dijo con gran orgullo a sus amigos-. Ésa es toda una hazaña''. Ellos se sorprendieron: "¿Una hazaña armar en un año un rompecabezas de 100 piezas?''. "Sí, -confirma Babalucas-. Miren lo que dice la caja: 'De 5 a 10 años'''. Cierto grupo de teatro iba a hacer una representación de Navidad. La víspera de la función enfermó el actor que hacía el papel del posadero, aquél que negaba a José y María un sitio en el mesón. Hubo que improvisar un sustituto. El director le indicó que lo único que tenía que decir cuando llegaran los peregrinos era: "¡No hay lugar! ¡Lárguense!''. Llegada la hora de la función el hombre se puso tan nervioso que para calmarse dio largos tragos a una botella de tequila que llevaba. Luego, poco antes de entrar, le dio otros tragos más largos aún. "Buen posadero -le dice el actor que representaba a San José-. Danos un sitio en el mesón''. "¡No hay lugar!'' -responde con fiereza el hombre. Luego se queda pensando un momentito, y añade: "Tengo orden de decirles que se larguen. Pero, ¡qué ingaos! ¡Es Navidad! ¡Pasen al menos a echarse un trago por cuenta de la casa!''... "¡Ah!" -suspiraba un señor-. ¡Siempre recuerdo la Navidad! El pino, con su estrella arriba, sus esferas multicolores, sus guirnaldas y hermosas figuras, sus foquitos que apagan y encienden, y abajo, abajo toda la parentela de mi esposa". El señor y su mujer hacían las compras de Navidad. Ella le sugiere a su marido: "Vamos a comprarle una batería de rock al hijo de tu hermano. Eso es lo que él le regaló a nuestro hijo la Navidad pasada". Una niñita le preguntó a su mamá: "Mami: ¿es cierto que a los niños los trae la cigüeña?". "Si, hijita -contesta la señora con una dulce sonrisa-. A los niños los trae la cigüeña". "¿Y es cierto que Diosito nos manda el pan de cada día?". "Sí, hijita. Diosito pone en nuestra mesa el pan de cada día". "¿Y es cierto que Santa Claus nos trae los regalos en la Navidad?". "Sí, hijita. Santa Claus nos trae los regalos en la Navidad". "Entonces -pregunta con enojo la pequeña- ¿para qué diablos sirve mi papá?". "Cometí un error tremendo -les dijo don Martiriano a sus amigos-. Jodoncia, mi mujer, me hizo prometerle que no le compraría un regalo caro esta Navidad. ¡Y cumplí la promesa!". Santa Claus bajó por la chimenea, y en la sala se topó con la linda señora de la casa, una joven mujer de esculturales formas cubierta sólo por un vaporoso negligé que dejaba ver todos sus encantos. Le dice ella a Santa Claus con insinuante voz: "No tengo galletitas ni leche, Santa. Pero puedo ofrecerte otra cosa. Y tendrás que aceptar mi ofrecimiento pues, según lo que estoy viendo, así no vas a poder subir por la chimenea". (No le entendí). FIN.