Después de tantos días de frio y aguanieve, de lluvias torrenciales que nos han inundando despiadadamente, hoy amaneció soleado; y mi alma, alegre y retozona comenzó la mañana memorizando a Alfonso Reyes: "No cabe duda, de niño/ me perseguía el sol/ Andaba detrás de mí/como un perrito faldero/ despeinado y duce/ claro y amarillo/ ese sol con sueño/ que sigue a los niños/ Yo no conocí en mi infancia/ sombra sino resolana/ Cada ventana era sol/ cada cuarto eran ventanas/ y a mí el sol me desvestía/ para pegarse conmigo/despeinado y dulce /claro y amarillo/ese sol con sueño/que sigue a los niños".
Aunque el frío no cede ¿será porque estamos en invierno? con sol, la vida es más sabrosa. ¿O será que nací jarocha y rumbera? No, rumbera no. Me encantaría agitar los hombros y las caderas, y ya entrada en rumba que sea lo que Dios quiera; pero las miradas hipocritonas y siempre vigilantes de mi familia me paralizan y acabo rumbeando con la misma gracia que un soldado alemán con las botas al revés. Lo mío lo mío es el danzón, es bailar pegadita a mi pareja marcando el paso bien sabroso...
¡Ay!, pero si lo que quería platicarles es que festejo tanto el sol porque el frío me pone de mal humor, y cuando estoy de mal humor me entrego a los peores pensamientos, me abandono, me dejo ir hacia el abismo. Me obstino en empeorar y ya no me considero digna siquiera de cuidados tan sencillos como peinarme o bañarme. Así soy yo, todo sol o toda sombra.
Ya, ya lo sé, si todavía me queda algún lector a estas alturas, estará pensando que debería haber alguna ley contra los escritores inútiles e ineptos, y si esa ley ordenara el destierro sabe Dios dónde estaría yo, aunque en mi descargo, debo recordarle al paciente lector que en un tiempo en que obrar malvadamente se ha vuelto tan común, actuar tan sólo inútilmente hasta resulta loable.
De cualquier modo prometo enmendarme, aunque aún enmendada, seguiré prefiriendo dejar a periodistas de gran envergadura los temas sangrientos y de altísima gravedad que hoy nos afectan. Total, ¿para qué meter el dedo en la llaga también yo? Prefiero ocuparme de asuntos tan menores como el sol, y desde luego el amor que es el solecito del alma. San Valentín está tocando la puerta y seguramente para cuando alguien por ahí lea esta nota, ya los enamorados estarán comiéndose a besos con sabor a chocolate.
Menos mal que aún en tiempos de violencia como los que estamos viviendo, nadie ha logrado matar el amor, que aunque manipulado y degradado (hoy a cualquier cosa se le llama amor) es el único sentimiento que conserva su capacidad de sorprendernos, y si dedicar un día a celebrarlo con besos, globos y chocolates es una trivialización, pues trivialicemos, al fin que se trata de un juego inofensivo y feliz.
Si amores y desamores es el signo de los tiempos, corramos pues todos los riesgos, que al fin y al cabo el amor es como la lotería, pocos boletos salen premiados, pero la ilusión, el estado de gracia, el caminar sobre nubes; ese sentimiento que a la vez nos hace libres y esclavos, nos emancipa y nos sujeta, ese territorio emocional en el que recuperada la fe somos capaces de creer en cualquier cosa, ese nada ni nadie puede arrebatárnoslo. Y para terminar, así nomás de paso les recuerdo que hasta el mejor amor se echa a perder si no se cuida a base de detalles.