El fin de cada año que invita a un repaso de los acontecimientos vividos, se amplía en una visión de mayor alcance hacia el pasado cada vez que se cumple una década, como es el caso de estos primeros diez años del Siglo Veintiuno.
El fin del Siglo Veinte generó expectativas, en virtud de que la caída del Muro de Berlín (1989) y de la Cortina de Hierro (1990), tuvieron por consecuencia el fin de la Guerra fría y soplaron vientos de libertad y de impulso democrático en el mundo.
El entusiasmo inicial significó la recuperación de sus fronteras para los pueblos de Europa Oriental desde del Mar Báltico hasta el Mediterráneo y en América Latina implicó la liquidación de las últimas dictaduras militares.
Sin embargo entrado el nuevo siglo, sea por incapacidad de los liderazgos operantes en los Estados Unidos y la URSS, por ineptitud específica de cada nación para asimilar los cambios o por la brutalidad de nuevos protagonistas emergentes, en los últimos diez años la humanidad parece encadenada al autoritarismo y la violencia, que fueron signo de los tiempos en la centuria pasada.
Al colapsar las estructuras soviéticas en Rusia y sus estados satélites, los antiguos agentes de las policías secretas especializadas en espiar y reprimir a la población civil se esparcieron en el escenario internacional ofreciéndose al mejor postor, y hoy alimentan las peores amenazas de nuestro tiempo, que se concretan en el terrorismo fundamentalista islámico y en el crimen organizado de alcance global, este último convertido en factor de poder político, porque además de los mercados de la droga, disputa a los estados el control de su gente, sus territorios y su soberanía.
El parteaguas del retroceso se ubica el 11 de septiembre de 2001 en el ataque terrorista a los Estados Unidos, que pegó en las Torres Gemelas y el edificio del Pentágono. Entre otras consecuencias, tal evento operó como una llamada para el reagrupamiento del totalitarismo que impera en la Venezuela de Hugo Chávez y en otros países del cono sur del Continente Americano, inspirados en el paradigma cubano de los hermanos Fidel y Raúl Castro.
Los efectos del golpe terrorista se han visto potencializados con la aparición de una crisis económica en los Estados Unidos que tiene repercusiones de alcance mundial y que amenaza la viabilidad del estado de bienestar en Europa como se revela en el caso de Francia, en donde ha derivado en la quiebra del sistema de pensiones, cuyo replanteamiento en términos de disminución de los beneficios y aumento en la carga de años laborables, ha puesto en jaque al gobierno de Nicolás Sarkozy.
La crisis amenaza la integración misma de la Comunidad Europea, como se advierte en los casos de Grecia y España y sólo se ha mantenido la unidad gracias a que Alemania, brillante caso de excepción a la regla, ha sido capaz de soportar el peso de la emergencia.
De tales consecuencias negativas no ha escapado ni China ni la India, presuntos "gigantes" a los que en la fase optimista del proceso en comento, se les consideró llamados a un protagonismo espectacular, que los habría puesto en la ruta del desarrollo sostenido y la apertura democrática.
En México, la alternancia en el ejercicio del poder público que con tanta esperanza fue recibida en el año dos mil, está acorralada por una oposición que se niega a sentar las bases de una Reforma del Estado, que fortalezca la economía y genere un régimen democrático estable y duradero. La alternancia encara el peligro de pasar a la historia como un paréntesis en el que la transición hacia la democracia plena naufrague, en la medida en que el viejo régimen priista de partido de Estado se recompone, provisto de un nuevo impulso radical.
El contraste entre la década crítica que hoy termina y la década esperanzadora que la precedió es evidente. De nosotros, del esfuerzo comprometido de los hombres y mujeres del mundo de este tiempo, depende que la democracia y la paz salgan adelante vencedoras, o prevalezcan las inercias que nos mantengan anclados en un pasado autoritario y violento.
