Foto: FERNANDO COMPEÁN
Desde las siete de la mañana empezó la mudanza.
Tras años y años de vivir en las antiguas casas situadas en la esquina de la avenida Abasolo y Ramón Corona de Torreón, que hablan de más de medio siglo de historia con sus balcones de hierro forjado y techos altos revestidos de gruesas maderas, decenas de personas salieron con muebles, ropa y recuerdos rumbo a sus nuevos hogares.
De todo
Los gatos, perros y macetas fueron parte del modesto equipaje que les fue transportado en camiones y acarreado por cargadores contratados por el Gobierno del Estado, que les facilitó el traslado hacia el fraccionamiento Torres Zaragoza, donde desde ayer tienen casa de su propiedad. Atrás quedaron años de pagar rentas.
Nuevo rumbo
La nostalgia se sentía en el ambiente, la ansiedad y el nerviosismo por el cambio de vida. Algunos tenían "toda una vida aquí, desde chiquillo recorrí este lugar y ahora de buenas a primeras me voy porque los dueños vendieron sin avisarnos. Lo bueno es que el Gobierno del Estado nos dio una casa", dice don Alejandro Chavero.
La reubicación de los vecinos se convirtió en una romería. Hubo almuerzo con gordas café y refrescos. Todo con el fin de acelerar el proceso de cambio, pues tentativamente en ese sector se iniciará hoy la demolición que dará paso a la construcción de la "Gran Plaza".
María Salomé Rodríguez, acompañada de su hija y nietos, no sab→ ía si reír o llorar. Sólo veía la salida de bolsas y cajas con ropa y trastos que unos hombres con gruesos cintos cargaron con agilidad.
Ella permitió la entrada a lo que por años fue su humilde y pequeño hogar con paredes deterioradas, y huellas evidentes de goteras. Ahí la renta eran mil pesos al mes, ahora, su casa será propia.
La pareja integrada por Alberto y Karla se abraza y junto a sus tres perros chihuahueños observa la mudanza. Ellos nunca han tenido casa propia y están contentos porque ya tienen un patrimonio.
Con gusto
La de Juan Carlos Esquivel es otra historia. Él no fue reubicado sino que vendió su vivienda y "apalabró" otro inmueble por el rumbo de la Alameda. Se siente conforme por irse de ahí, asegura que "ya hay muchas cantinas".
Agrega que abundan las sexoservidoras y la música a altas horas de la noche, con el riesgo consiguiente para las familias.
Dice que lo bueno es que hubo oportunidad de irse.