Gómez Palacio y Lerdo Violencia Gómez Palacio Buen Fin Gómez Palacio

Del 20 de Noviembre

Escondite. En este lugar los revolucionarios escondían armas y aquí iniciaron el levantamiento.

Escondite. En este lugar los revolucionarios escondían armas y aquí iniciaron el levantamiento.

LA NOCHE

"Gómez Palacio fue uno de los lugares en donde nació la Revolución Mexicana. A este pueblo no se le ha hecho justicia, históricamente hablando, tal vez porque ni sus mismos habitantes se han dado cuenta de la importancia histórica de su ciudad'', manifestó en vida el ameritado maestro José Santos Valdés García.

La noche del 20 de noviembre de 1910 un puñado de hombres se levantó en armas para dar cumplimiento a lo establecido en el Plan de San Luis, llamado así por haber sido redactado en la capital potosina por los maderistas, posteriormente fue proclamado y dado a conocer el cinco de octubre de 1910 por don Francisco I. Madero en San Antonio, Texas.

En uno de sus artículos señalaba lo siguiente:

"El 20 de noviembre de 1910, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República Mexicana tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente nos gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera''.

Previo a este levantamiento, los conspiradores laguneros se reunían de tiempo atrás, utilizando como parapeto la Junta Patriótica, encargada de organizar las Fiestas del Centenario de la Independencia de México.

 LOS CONSPIRADORES

La Junta Patriótica de Gómez Palacio era presidida por don Dionisio Reyes, propietario de una vecindad que existía por avenida Aldama entre calles Escobedo y Patoni, en el Barrio de la Patria.

En el frente de la vecindad había un largo salón con puerta a la calle, en donde se reunían los miembros de la Junta Patriótica para celebrar sus reuniones.

Durante 1908 las prédicas de don Francisco I. Madero comenzaron a extenderse por todo el país, encontrando eco entre los habitantes de La Laguna. En Gómez Palacio, don Dionisio Reyes fue secundado por el profesor Manuel N. Oviedo, de la ciudad de Torreón, encabezando a los descontentos con el régimen de Porfirio Díaz.

Los conspiradores de la Revolución Mexicana en la Comarca se reunían en tres puntos distintos para despistar al enemigo, el principal era la vecindad de "Don Nicho'', como ellos llamaban a Don Dionisio Reyes, el segundo era un templo protestante ubicado en la esquina de calle Mártires y avenida Hidalgo, y el tercero eran las ruinas de la vieja Hacienda de Santa Rosa.

A esas reuniones secretas asistían entre otras personas don Dionisio Reyes, Mariano López Ortiz, Jesús Agustín Castro, Francisco Amparán, Jesús Flores, Amado Muro, Isidoro García y su hijo Gregorio García, Juan Pablo Estrada, Carlos Cervantes, Vicente Gutiérrez y Antonio Correa.

Asistían también Feliciano González, Ezequiel Guillén, Braulio Ríos, Lázaro Chacón, Hermenegildo del Toro, José Varela, Miguel Hidrogo, Ventura Olvera, Enrique Estrada García, Juan Esquivel, Fidencio Vega, el profesor Manuel N. Oviedo, Orestes Pereyra y sus hijos Orestes y Gabriel, de Torreón, Sixto Ugalde y Melesio García, quienes venían desde Matamoros de La Laguna.

De los ranchos ribereños del Nazas asistía Martín Triana, Enrique Adame Macías, antiguo barretero de Ojuela, y Calixto Contreras, de Cuencamé.

 EL LEVANTAMIENTO

De acuerdo al Plan de San Luis y por instrucciones recibidas de antemano por los jefes maderistas, los conspiradores laguneros iniciaron los preparativos con muchas precauciones para efectuar el levantamiento en la fecha indicada.

Toda clase de armas que podían serles útiles y que iban consiguiendo las enterraban en las ruinas de las casas de la antigua Hacienda de Santa Rosa, donde ahora está la colonia El Campestre de esta ciudad.

Mariano López Ortiz fue nombrado jefe del levantamiento, fijándose la cita final el 20 de noviembre a las 11 de la noche en las tapias de la hacienda en mención.

Días antes de la fecha convenida, el jefe del movimiento fue llamado a la Junta Revolucionaria que tenía como sede la ciudad de San Antonio, Texas, y en su lugar fue nombrado el entonces tranviario Jesús Agustín Castro, quien desempeñaba este oficio para anotar en los boletos de los conspiradores cuando viajaban en el tranvía de Torreón a Lerdo, el lugar donde iba a ser la reunión de los rebeldes.

Jesús Agustín Castro asumió el mando de un grupo de alrededor de 40 hombres, de los cuales unos cuantos iban montados a caballo y el resto a pie, armados con carabinas y pistolas viejas de varios calibres.

 ESTALLÓ LA REVOLUCIÓN

El grupo partió de las tapias de la vieja Hacienda de Santa Rosa al amparo de las sombras de aquella noche y se dirigió a la ciudad, donde a la distancia parpadeaban las luces de arco del alumbrado público de las calles.

Ese reducido grupo de hombres fue de los primeros que en distintas partes del país encendieron la mecha de la Revolución Mexicana de 1910, en la que murieron más de un millón de personas, en su mayoría campesinos. Se levantaron en armas para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos de ese entonces.

Los sublevados entraron a la ciudad por la avenida Bravo, que en aquel entonces marcaba la orilla de Gómez Palacio al poniente. Al llegar a la esquina con calle Escobedo, dieron vuelta a la derecha para dirigirse a la Casa Municipal, situada en el crucero de avenida Morelos y calle Patoni, en donde estaba la cárcel, el corral de los carros recolectores de basura, los juzgados, la oficina del jefe de cuartel, donde se reunían los miembros de la Junta de Gobierno a celebrar sus sesiones.

Al grito de "Viva Madero'', los sublevados sitiaron las dependencias en mención, abriendo fuego sobre los vigilantes, quienes se habían atrincherado en los pretiles de la azotea. Después de breve y nutrido tiroteo se apoderaron de la cárcel, matando al comandante y algunos rurales, el resto de los defensores huyeron por los tejados de las casas vecinas.

Los revolucionarios pusieron en libertad a los presos, aceptando a los que quisieron unírseles. Se llevaron las armas que encontraron en la Comandancia y el caballo viejo que arrastraba los pequeños carretones recolectores de basura.

De ahí se fueron a la calle Independencia donde existía una casa de empeño a media cuadra de la Plaza Principal, apoderándose de las armas empeñadas.

Frente a la casa de empeño estaba la residencia de la familia de don Santiago Lavín, fundador de Gómez Palacio, en donde exigieron que les entregaran los caballos que tenían en los corrales, alguien les abrió el portón y se llevaron las mulas.

Finalmente, los rebeldes abrieron la ferretería del alemán Otto Reutter, situada cerca del Hotel Monarrez, en donde no encontraron algo que les fuera útil.

Después de esto los revolucionarios se alejaron por las alamedas del Camino Real rumbo a Ciudad Lerdo, llegando al Puente Blanco de las grandes acequias, ubicado frente a donde estuvo la Cervecería Sabinas, después un centro recreativo y actualmente un centro comercial.

En ese lugar hicieron un alto para descansar un rato y ponerse de acuerdo sobre los planes a seguir, mientras tanto los federales, avisados de lo ocurrido en Gómez Palacio, salieron de Torreón con un destacamento de caballería al mando del coronel Enrique Sardeneta, y varios pelotones de infantería a bordo del tranvía, y por distintos rumbos se dirigieron a combatir a los rebeldes.

 PRIMER COMBATE Los federales sorprendieron a los revolucionarios en el Puente Blanco, los de caballería por el camino real y los de infantería en el tranvía eléctrico, atacando a los alzados a dos fuegos, entablándose un desigual combate que duró cerca de media hora.

Ante la superioridad numérica de los federales, los rebeldes no tuvieron más remedio que ponerse en retirada. Los que tenían caballos estuvieron sosteniendo el fuego, dando oportunidad a los que andaban a pie de ponerse a salvo por los campos vecinos.

Finalmente, todos huyeron como pudieron, dejando en el lugar de los hechos acribillado por las balas federales el cuerpo del joven Ladislao López, quien fue la primera víctima del movimiento revolucionario en La Laguna.

 LOS SUBLEVADOS

No todos los que asistían a las reuniones de la Junta Patriótica se levantaron en armas, difícilmente se sabrá con certeza quiénes lo hicieron siguiendo a Jesús Agustín Castro.

Entre los insurrectos figuraban Orestes Pereyra y sus hijos Orestes y Gabriel, Sixto Ugalde, Melesio García, Gregorio García, Jesús Flores, Carlos Cervantes, Martín Triana, Enrique Adame Macías, Ezequiel Guillén y Feliciano González.

Figuran también Juan Esquivel, Lázaro Chacón, Braulio Ríos, José Varela, Enrique Estrada García, Fidencio Vega y José Maciel, entre otros.

En cuanto a los directores intelectuales del movimiento, que fueron don Dionisio Reyes y el profesor Manuel N. Oviedo, el primero no pudo levantarse en armas debido a lo avanzado de su edad y a una enfermedad que padecía desde tiempo atrás, el segundo no acudió a la cita, sin embargo, después del levantamiento fue encarcelado en Torreón, permaneciendo varios meses en prisión hasta ser liberado en mayo de 1911, cuando los revolucionarios tomaron en esa fecha la ciudad de Torreón.

Los conspiradores de la Comarca Lagunera se levantaron en armas para dar cumplimiento a lo establecido en el Plan de San Luis, por ello se ha llamado con justicia a Gómez Palacio,

"Cuna de la

Revolución Mexicana''.

Los federales sorprendieron

A los revolucionarios en el Puente Blanco, a los de caballería por el camino real

Y a los de infantería en el tranvía eléctrico, atacando a los alzados a dos fuegos, entablándose un desigual combate

Que duró cerca de media hora.

Un reducido grupo de hombres en Gómez Palacio fue de los primeros

Que en distintas partes del país encendieron la mecha de la Revolución Mexicana de 1910 para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos

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