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Derrame petrolero

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

El derrame de petróleo a raíz del hundimiento de una plataforma en el Golfo de México, pone el tema energético en un primer nivel de la atención, tanto desde los puntos de vista del desarrollo económico, de la protección al medio ambiente y del equilibrio de la política mundial.

Lo anterior porque el desastre ocurre en el marco de una nueva política del presidente Barack Obama, relativa al fomento a la perforación de pozos petroleros en aguas profundas frente a la costa de los Estados Unidos, inaugurada apenas el mes pasado, con un discurso en el que Obama aseguró que en la actualidad era imposible un accidente como el que nos ocupa.

El alcance y costo de los daños aún no están determinados, pero es obligado señalar que el tema en cuestión como muchos otros han sido desatendidos por los gobiernos de los países y por la comunidad internacional en su conjunto, que en materia de políticas públicas sobre este tema, pasa del extremo de la alarma ecológica estridente a la parálisis.

El problema es que esa parálisis no es meramente pasiva ni fruto de la indiferencia, sino producto del cálculo político electoral de corto plazo cuya obsesión lleva a los políticos a descuidar el futuro.

En el caso de los Estados Unidos ocurre con el tema migratorio o muchos otros en los que resultan afectados otros países, en virtud del protagonismo global que ejerce dicho país en virtud de su poder económico, político y militar, pese a lo discutible que pueda ser a la luz de las circunstancias mundiales de hoy día, el atribuir un liderazgo imperial o cuasi imperial a Norteamérica.

En el caso la dependencia de los carburantes derivados del petróleo significa un peligro desde el punto de vista ecológico, tanto en función de las emisiones que produce la combustión, como en términos de la amenaza que deriva de los derrames recurrentes que son una realidad, ya que la explotación petrolera sigue entrañando altos riesgos, aun utilizando la tecnología más avanzada, bajo las normas más estrictas de seguridad.

Esto no es todo, la exagerada dependencia del petróleo ha distorsionado las relaciones de los Estados y se ha convertido en un elemento de inestabilidad política internacional, que genera un trato insano entre países que son altamente productores con los que son altamente consumidores, que conduce a los primeros a una estrategia de extorsión y a los segundos a una dinámica de intervención militar creciente en la región del Oriente Medio, en donde se localizan dos tercios de las reservas mundiales de crudo.

En un ambiente como el que resulta de la situación descrita, un elemento incendiario como lo es la Yihad o guerra santa que tienen declarada al mundo algunos grupos musulmanes extremistas, resulta explosiva.

A nuestro mundo le ha llegado el momento de fijar políticas públicas que conduzcan a un menor protagonismo del petróleo, en la medida en que fomenten la creación y uso de otras fuentes de energía, como serían los carburantes hechos a base de etanol de origen vegetal, el uso de automóviles híbridos, la combustión por hidrógeno, la energía solar, etcétera.

Los terrenos científics en los que se desarrollan las alternativas energéticas antes mencionadas ya se encuentran suficientemente explorados, pero la detonación de su uso en gran escala no ha ocurrido por falta de voluntad política de los gobiernos que por evitar la reconvención industrial que el uso de energéticos alternativos implica y la consecuente afectación de intereses creados, postergan indefinidamente la toma de decisiones que podrían delinear un futuro mejor y más seguro.

Por si fuera poco, muchos países han asociado su sistema de recaudación fiscal a la gasolina, al gravar su consumo con altos impuestos, lo que enfrenta también el interés del Estado a la utilización de fuentes alternativas de energía. Este es otro ejemplo del modo en que la política de corto plazo hipoteca el futuro de la humanidad.

Al igual que en el tema migratorio, la defensa contra el terrorismo y muchos otros, en el rubro energético se nos acaba el tiempo de construir un porvenir mejor y más seguro y los gobiernos del mundo parecen no dar el ancho en cuanto al esfuerzo de previsión que se requiere.

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