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Derrotismo suicida

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

 P Rincipia abril con una serie de declaraciones que repercuten en los medios de comunicación, en cuya virtud el derrotismo pinta un panorama sombrío en la lucha contra el narcotráfico.

Tres botones de muestra. La declaración del presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal que asevera que los cárteles del narco satisfacen las expectativas de los jóvenes mexicanos, en tanto que ni el Estado ni la Sociedad lo hacen; la homilía del obispo de Saltillo, Raúl Vera, que juzga esta lucha como una simulación en virtud de que no se han logrado los objetivos deseados y la entrevista concedida a la revista Proceso por Ismael "El Mayo" Zambada, en la que el capo asegura que el Estado tiene perdida la guerra tanto en contra del narcotráfico como en contra de la corrupción, por estar ambos arraigados en el cuerpo social y en las instituciones del país.

Es comprensible que se den los anteriores extravíos en un medio en el que la plena libertad de expresión es logro reciente, pero por lo mismo cabe reflexionar sobre su contenido y plantear una réplica que reivindique la lucha en pro del Bien y la Justicia.

Par empezar, el narcotráfico no satisface las expectativas ni de los jóvenes mexicanos ni de nadie en el mundo, a la altura de una concepción racional y sensata del ser humano. El narco recluta a sus promotores y víctimas por vía de seducción, entendiéndose como tal la incitación por medio del engaño, al brindar el dinero fácil y los paraísos ratifícales que ofrece a cambio de una sumisión total, que lleva fatalmente y en poco tiempo a la pérdida de la salud física y mental, la dignidad, la familia, la libertad y finalmente la vida.

Claro que no es comparable formar a un hombre desde niño, enseñándole la diferencia entre el bien y el mal, infundiéndole el sentido del deber para consigo y sus semejantes a través de la educación, el trabajo productivo de ocho horas diarias y el ahorro como camino hacia el bienestar moral y material. La alternativa del narco sólo es viable para el ser humano, una vez que la ambición desmedida, la dependencia de las drogas o la miseria moral, lo han convertido en desechable hasta el extremo de hacer depender su autoestima o el sentido de su propia existencia, del acceso efímero a una camioneta vistosa, un cinto piteado o unas botas picudas.

Por lo que toca a las declaraciones del Señor Obispo de Saltillo, tal y como fueron difundidas, revelan un juicio temerario. Contrario a lo que algunos opinan, los católicos fieles y sacerdotes, así como la Iglesia como institución, tienen derecho a opinar sobre temas sociales sin embargo, ello incluye la responsabilidad que el ejercicio de esa libertad implica.

La opinión del Obispo Vera acusa ligereza cuando califica de "simulación" la lucha que nos ocupa, por el solo hecho de que no se hayan obtenido los resultados esperados. Lo pertinente es reflexionar si la lucha en contra del tráfico ilegal y consumo de drogas, se justifica en sí misma a la luz de la naturaleza y fines propios del ser humano, del Estado y de la sociedad.

Razonar en contrario daría pie a que la Iglesia que tiene más de dos mil años de existencia, fuera juzgada en función de resultados obtenidos en su intento de promover el Reino de Dios, en un mundo que no tiene ni pies ni cabeza. En la historia de luces y sombras tanto de la Iglesia como de las instituciones temporales coexisten el trigo y la cizaña, por lo que entre la santidad, el heroísmo y las buenas intenciones que sostienen las grandes causas de la humanidad, se entreveran el odio, la simulación y la traición.

Por último, en sus declaraciones Zambada dice que "la guerra contra el narco no se va a ganar", pero esa visión vale también en su contra, porque se trata de una guerra entre hermanos por motivo de frívola ambición de poder y de dinero fácil, de cuyo previsible desarrollo solo se pueden esperar frutos amargos para todos.

Reconoce el Mayo que vive en la clandestinidad ente la persecución del Ejército y la presión de los capos de la nueva generación que le disputan el mercado de la droga; llevando en sus espaldas la pesada carga de dinero mal habido en sus correrías; llorando la ausencia del hijo extraditado y preso en Estados Unidos. En suma, el de Zambada es el testimonio de una fiera acorralada, doliente y en rebeldía permanente, como el Diablo de Giovanni Papini.

Los mexicanos debemos cerrar filas para evitar que el derrotismo que es síntoma de envejecimiento espiritual se apodere del escenario nacional y por el contrario, debemos renovar nuestra juventud, no como una simple etapa cronológica de la vida, sino como una actitud moral que con fe y esperanza, asume la lucha que hace posible que el bien, la verdad y la justicia, iluminen las tinieblas.

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