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DESEQUILIBRIOS GLOBALES

Varios años antes de que se presentara la recesión de 2008, los economistas estuvieron advirtiendo sobre la necesidad de corregir los desequilibrios macroeconómicos manifestados en varios países.

Los casos más evidentes en esa época eran los de Estados Unidos (EU) y China. El primero con un déficit en cuenta corriente que lo había convertido en el principal importador neto de capital, absorbiendo el 65 por ciento de los flujos mundiales en 2005, por ejemplo.

China, por su parte, registraba en igual fecha un superávit externo que la colocaba, junto al Japón, como el país que hacía más exportaciones netas de capital con 14 por ciento del total respectivo.

La crisis propició la corrección parcial de algunos de los desequilibrios globales, pero otros se intensificaron y aparecieron nuevos, como la explosión del déficit público en varios países, especialmente en la Eurozona, por los estímulos fiscales aplicados.

Así, en 2009 las importaciones netas de capital de EU se redujeron a un 38 por ciento del total global, reflejando la disminución de su déficit externo.

En contraste, China se convirtió en 2009 en el principal exportador neto de capital con un 24 por ciento del total mundial. Alemania se movió en igual dirección, al pasar de una participación de 10 por ciento en 2005 a poco más del 13 por ciento en 2009.

Por lo que se refiere al déficit fiscal, por ejemplo, en el conjunto de países que componen la Unión Europea, pasó de menos del uno por ciento del PIB en 2007 a casi 7 por ciento en 2009. Para EU el movimiento respectivo fue de casi 3 por ciento en 2007 a poco más del 11 por ciento en 2009.

No debe extrañarnos, por tanto, que en ese contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) insista en la corrección de los desequilibrios globales, así como que señale en su reciente informe sobre las perspectivas económicas mundiales que no será fácil lograr una recuperación equilibrada.

De acuerdo al FMI, esa tarea consiste no sólo en regresar a la actividad económica como de costumbre, sino que se necesita actuar para llevar a cabo dos acciones fundamentales, pero difíciles, para restaurar el equilibrio que facilite un crecimiento económico global sostenido.

La primera es la restauración del equilibrio interno en los países avanzados. Después de aplicar diferentes programas de estímulo fiscal, que incluyeron un aumento importante en el gasto público, financiado en su mayor parte con endeudamiento, la demanda privada tiene que asumir el liderazgo y sostener el crecimiento en esas economías.

La segunda acción se refiere a restaurar el equilibrio externo. Muchos países avanzados, especialmente EU, sostuvieron su dinamismo previo a la crisis con un crecimiento de la demanda interna, pero ahora lo tendrán que hacer con exportaciones netas.

En forma complementaria, varios países emergentes, de manera especial China, que basaron su dinamismo excesivamente en las ventas externas, necesitan depender ahora más de la demanda interna.

El problema es que como advierte el FMI, hasta ahora estas dos acciones se están llevando a cabo en forma muy lenta. Ello significa que EU tiene que reducir todavía más su déficit externo, mientras que varios países emergentes, China en particular, tendrán que disminuir el superávit acumulado en sus cuentas externas.

En este proceso, será determinante la realineación del valor de las monedas respectivas. Un dólar de EU débil y depreciado frente a varias divisas ayudará a reducir el déficit externo de ese país. Por otro lado, las monedas de las economías emergentes con superávit tendrán que apreciarse.

Para esto último, los países respectivos deben dejar de acumular reservas internacionales y permitir que sus monedas aumenten de valor para disminuir los excedentes en sus cuentas externas. Esto es particularmente cierto para China, que todavía no se decide a dejar flotar más libremente la paridad del yuan frente al dólar.

Por otra parte, el eslabón débil en la realineación del valor de las monedas internacionales es el euro.

Éste se ha apreciado recientemente, junto a muchas otras monedas, frente a la divisa de EU, pero eso complica la solución del problema de deuda soberana en los países débiles de la región, que en ausencia de una mejoría de su sector externo, tendrían que absorber internamente todo el costo del ajuste en pérdidas de producción y empleo.

Es evidente, por tanto, que la restauración de un crecimiento equilibrado no será fácil. Implicará costos importantes para muchos países y tomará más tiempo que el reconocido en la actualidad por los políticos de las economías involucradas. Preparémonos, en consecuencia, para lo que promete ser un largo y penoso camino de regreso a la normalidad.

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