"Es malo para la mente
Ser siempre parte
De la unanimidad."
Christopher Morley
Iego Fernández de Cevallos es un personaje polémico. Su secuestro ha hecho que surjan expresiones de afecto y simpatía muy importantes, pero también manifestaciones de desprecio e incluso de celebración por su desgracia que hielan la sangre.
Yo muchas veces ha discrepado con él. Nunca me he sentido cómodo con el abogado que litiga al mismo tiempo que legisla. Las leyes lo han permitido, pero una ética personal estricta debería vedarlo.
Diego, sin embargo, ha tenido un papel muy positivo en la historia reciente de México. En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando Luis H. Álvarez era presidente del PAN, trabajó como líder de la oposición en el Congreso para aprobar algunas de las reformas estructurales más significativas de la historia. Varias de las privatizaciones de empresas públicas, la reforma del artículo 27 de la Constitución para dar mayores derechos de propiedad a los ejidatarios, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que ha permitido un auge exportador, la modificación del artículo 130 para reconocer a las iglesias e incluso la enmienda del artículo 82 que eliminó la discriminación a los mexicanos hijos de personas nacidas en el extranjero, fueron posibles gracias a las negociaciones entre Fernández de Cevallos y el gobierno de Salinas.
Ese período de colaboración constituye el único momento en la historia reciente del país en que ha habido acuerdos entre el gobierno y el principal partido de oposición. Lo triste es que desde entonces, sin importar qué partido haya ocupado el poder, la oposición ha desempeñado un papel destructivo que ha impedido nuevas reformas estructurales.
Se ha acusado a Diego de haber participado en el fraude electoral de 1988 por su apoyo a la quema de las boletas electorales. La decisión, sin embargo, era inevitable. Para empezar la destrucción de las boletas era un mandato de ley. Por otra parte, las boletas no tenían ninguna validez como pruebas para cambiar el resultado de la elección. Salinas de Gortari era desde 1988 presidente de la república. Lo curioso del caso es que los mismos que cuestionaron a Diego por la quema de esas boletas aplaudieron años después a Manuel Bartlett, el secretario de gobernación y cabeza del aparato electoral en 1988, por su rechazo en alianza con el PRD a la apertura de la industria energética.
Fernández de Cevallos fue candidato a la Presidencia de la República en 1994. Tuvo un excelente desempeño en un tiempo en que los dados estaban cargados a favor del PRI. Se le ha cuestionado por no haber ganado la elección y por haber supuestamente abandonado la batalla cuando estaba adelante. La verdad es que nunca estuvo en primer lugar en las encuestas ni nunca dejó de luchar por la victoria.
Diego es odiado por una parte importante de la élite política e intelectual de México. Cuando asistió a un acto de campaña en la UNAM en 1994, grupos de supuesta izquierda se organizaron para agredirlo con huevos y tomates a la más pura usanza fascista. Buena parte del pueblo, sin embargo, lo ha apreciado siempre, como ha podido constatarlo quienquiera que haya caminado con él unos minutos en cualquier lugar del país.
A estas personas comunes y corrientes él confiaba su seguridad: por eso se negaba a andar con guardaespaldas. La gente, sin embargo, podía protegerlo de un grupo político, pero no de un secuestro profesional como el que lo privó de la libertad 14 de mayo de este 2010.
TOROS EN CATALUÑA
Cataluña podría prohibir hoy las corridas de toros. Esto sería un golpe enorme a un símbolo de la hispanidad... y quizá ahí está el meollo del asunto. Los defensores de los derechos de los animales se han unido a los catalanistas. Para éstos la medida parece una venganza después de que el Tribunal Constitucional debilitó un nuevo estatuto que le habría dado a Cataluña el carácter de nación dentro del reino de España.
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