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Diez informes; ¿para qué?

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

El presidente Calderón cumplió el primero de septiembre con su deber constitucional de entregar a la Cámara de Diputados, representante del pueblo de México, un informe de la situación que guarda la administración pública federal.

La ceremonia del informe se ha venido transformando con los años. Otrora, era conocido como el día del presidente. Los días primeros de septiembre de cada año, se declaraba asueto en las escuelas porque había que poner atención en el mensaje que desde la tribuna legislativa el primer mandatario profería.

Los mensajes, particularmente en los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo, llegaban incluso a una duración de hasta cuatro horas, para posteriormente iniciar el besamanos, que no era más que la pleitesía que se le rendía al presidente por los invitados, representantes de los poderes políticos y fácticos del país.

Con el tiempo, la descomposición social y la apertura paulatina de la oposición a las diputaciones, originó que el presidente, tlatoani sexenal fuera interpelado. El ingeniero Edmundo Gurza fue de los primeros que para esos tiempos con valor interrumpió a un presidente en medio de su discurso. Ya en tiempos de Miguel de la Madrid, el entonces senador opositor, Porfirio Muñoz Ledo, volvió a interpelar al mandatario, y de entonces, la ceremonia tomó otro cariz.

En el periodo de Carlos Salinas de Gortari las mantas, máscaras y gritos que desde las curules se proferían eran ya nota esperada por los medios nacionales, que tímidamente apenas comenzaban a abrirse a la pluralidad.

Cuando Ernesto Zedillo gobernaba, el propio ex presidente Vicente Fox, quien había empezado su campaña tres años antes, hizo su sainete abandonando el pleno en medio del acto diciendo "tengo mejores cosas que hacer".

El tiempo le cobró la afrenta a Fox y en su sexto informe de gobierno, le fue impedido el acceso a la Cámara de Diputados, casi por la fuerza, por todos los legisladores provenientes del movimiento de Andrés Manuel López Obrador.

Para este sexenio, se legisló y no es potestad del ejecutivo el uso de la tribuna, legalmente sólo tiene que informar por escrito del estado que guarda el gobierno bajo su poder. Para suplir el mensaje, Calderón y su equipo idearon el lanzamiento por cadena nacional de un discurso desde Palacio Nacional. El presidente de otra manera ha encontrado su espacio, pero ya no es lo mismo.

Esto es una breve síntesis de lo que ha significado los informes de gobierno, pero más allá de eso, valdría la pena pensar que éste que acaba de pasar, son ya una década de este momento desde que se "instauró" la democracia en México. Son ya diez años en que un presidente electo democráticamente informa a su pueblo de lo hecho hasta entonces, y en este momento viene lo peor ¿qué se ha hecho?

Si se recuerda el sexenio de Fox, a grandes rasgos se catalogaría como un gobierno que supo mantener las variables macroeconómicas ordenadas y con ello le dio cierta estabilidad a la economía. Pero no hubo mucho más qué hablar. Fox enfrentó una recesión Norteamérica que aunque de mucho menos intensidad, fue suficiente para que el crecimiento económico fuera casi nulo.

Calderón, que llegó al poder en una elección muy disputada, le ha tocado bailar con la más fea, pero muchas veces él ha escogido danzar con ella.

El colapso económico mundial con el que le ha tocado sortear no tenía precedente desde hace casi ochenta años, pero particularmente la manera que decidió enfrentar la guerra contra el crimen organizado tiene devastado al país, quien se apresta a devolverle el poder al priismo.

Son diez años de informes "en democracia" y todo para qué.

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