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Dinero en juego

GILBERTO SERNA

¿Qué pasa en este país? Se anuncia con bombo y platillo que en el curso escolar actual dejarían de venderse en los planteles de educación básica refrescos, jugos, con el fin de frenar los niveles de sobrepeso entre los escolapios. Las escuelas públicas se dijo, no podrán vender alimentos "chatarra"; tratando las autoridades de evitar la obesidad en la población infantil teniendo como fin el prevenir padecimientos de sobrepeso. Se han establecido normas para proteger la salud de los alumnos, pretendiendo evitar se consuman alimentos carentes de valor nutricional.

Las autoridades de salud y las educativas se coordinarían para que, en cumplimiento a un nuevo reglamento, los alumnos se acostumbren en los recreos a comer frutas y verduras en lugar de papas fritas, chicharrones, churritos, galletas y cualquier otro tipo de alimento similar. En los últimos años, se afirma, la obesidad infantil se ha salido de control, lo cual ha propiciado el surgimiento de enfermedades relacionadas, convirtiendo este asunto en un problema social que está provocando una gran preocupación pública.

Con voz severa se anunció que ya basta, pues en la actualidad en este país 25 millones de alumnos consumen diariamente más de 500 calorías durante el recreo, lo que da lugar a que el país ocupe, con 4 millones de infantes de 5 a 11 años de edad, el primer lugar mundial en obesidad, constituyendo un problema de salud que costó al erario 35 mil millones de pesos, solamente en el año 2000, pues ocho años después, o sea en 2008 se incrementó el costo de este problema de salud a más de 67 mil millones de pesos. Se indicaba que a partir de este nuevo ciclo escolar que arrancó en el mes en curso, refrescos, bebidas azucaradas, yogurth para beber, palomitas con mantequilla, gorditas, molletes, pizzas, sopas instantáneas, y demás productos que contengan, por cada 100 gramos, más de 400 calorías, dejarán de venderse tanto en las escuelas públicas como en las privadas.

Sin embargo pese a toda esa publicidad, ahora se dice que naranjas dulces o sea que no va la medida, faltando tan sólo que las autoridades a las que evidentemente se les cayó el cinturón, ofrezcan a las empresas un "Gansito", con las consabidas disculpas por haberlas incomodado.

Leí la nota de que dos grandes compañías de refrescos, muy populares, habían aceptado retirar sus bebidas de los planteles educativos, comprendidos además de los refrescos, los jugos industrializados, las sopas instantáneas, las fritangas y a algunas botanas como las papas fritas. -Al mencionar repetidamente los productos sujetos a restricciones, pretendo se fije en la mente de los padres de familia que es conveniente que sus hijos abjuren de ellos-.

Las autoridades, se dijeron, hay que disminuir la ingesta de al menos 200 calorías diarias por estudiante. Todo esto se fue por el caño, como veremos a continuación. Los niños seguirán atiborrándose de comida basura hasta que tengan enfermedades crónicas que pueden ser cardiovasculares, diabetes, hipertensión arterial, ciertos tipos de cáncer y problemas de las vías respiratorias.

¡Oh!, aciaga decepción. A los pocos días, no había pasado la euforia popular de presenciar cómo al fin los responsables de mantener fuera de los planteles los alimentos "chatarra", se estaban fajando los pantalones, cuando nos enteramos que a poco encabezaremos el primer lugar en la lista de países con mayor número de niños rollizos, de los que en el futuro conoceremos como gordinflones, cachetones, adiposos o cualquier otro calificativo que dibuje su voluminoso vientre.

Cualquiera puede darse cuenta de que 45 grandes empresas trasnacionales lograron que las autoridades doblaran las manos, lo que no nos sorprende, en lo más mínimo, al fin y al cabo es la historia de siempre.

El grito de "sí se puede" debe de ser sustituido por "no se pudo"; entérese nomás, la comida "chatarra", dicen los expertos, tiene altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares que estimulan el apetito y la sed. Habría, sin duda, el interés comercial de las empresas que están involucradas en su elaboración y venta. Además "son numerosos los aditivos: caso del glutamato monosódico, potenciador del sabor o la tartracina, colorante alimentario".

Es un problema de adicción a esa clase de comida, adicción a estar tragando, adicción a tener algo en la boca para mascar. No importa el valor nutricional, lo que importa es que la mercancía se siga vendiendo. En fin, esperemos la contraofensiva, mucho dinero está en juego.

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