La elección de Gustavo Madero como presidente del PAN, lejos de implicar una ruptura, es una oportunidad de regeneración interna de Acción Nacional. Lo anterior porque el PAN se fracturó desde la elección de 2006, en que Felipe Calderón Hinojosa se convirtió en candidato a la Presidencia, contra los deseos del entonces dirigente Manuel Espino Barrientos.
Espino permaneció distante de Calderón durante la campaña y una vez pasadas las votaciones, frente al cuestionamiento radical que encabezó Andrés Manuel López Obrador y apenas iniciado el conflicto post electoral que vivió el país, Manuel Espino hizo mutis, simplemente desapareció de la escena y se fue de paseo por Europa.
Calderón Hinojosa permaneció en la arena apoyado en Germán Martínez quien dio la lucha como representante del candidato ante el Instituto Federal Electoral y César Nava, secretario general del PAN que puso la cara por su partido en ausencia de Espino.
El abandono de la nave en medio de la tormenta por parte de Manuel Espino, fue considerado por muchos panistas como una traición, por lo que llegado el momento de renovar la dirigencia del PAN en 2007, cerraron filas en torno a Germán Martínez, visto de manera natural como hombre del Presidente. Antes de dos años lo sustituyó César Nava para concluir la gestión, sin que en ninguno de los dos casos hubiera opositor alguno, lo que dio pie a comentarios que denunciaron el hecho como reiterada imposición de Calderón.
El conflicto entre Manuel Espino y el Presidente Calderón dentro y fuera del PAN, sumado al cuestionamiento de la legitimidad de las elecciones socavó el sustento del gobierno calderonista y aisló al Presidente, hasta el punto de convertirlo en rehén de las ambiciones del PRI por volver al poder en 2012. A su vez los desempeños de Martínez y de Nava como dirigentes del PAN fueron decepcionantes, comparados con la bizarría con que lucharon en la campaña presidencial y el conflicto post electoral de 2006.
La fractura hizo que el PAN perdiera consistencia en sus filas, y contacto con los electores, lo que motivó su debacle en las elecciones de 2009, en las que el PAN perdió presencia en la Cámara de Diputados y varias gubernaturas.
En medio de la turbulencia el PAN procesó la expulsión de Manuel Espino, cuya culminación coincidió con la renovación de la dirigencia panista de hace diez días. Una vez resuelto el tema de Espino sin que su expulsión haya generado mayor reacción, el PAN renovó su dirigencia con la participación de cinco candidatos que representan al espectro total de las corrientes que integran la militancia panista, incluso de quienes en sus días fueron cercanos a Espino.
El primero en apuntarse fue Gustavo Madero que fue visto como el candidato del Presidente, dado el papel que ha jugado como líder de la bancada panista en el Senado. Esta percepción inicial fue reorientada después por algunos analistas hacia Roberto Gil, que se presentó a la contienda avalado por Germán Martínez, de Patricia Flores recién despedida de la secretaría particular de Los Pinos y hasta de Manuel Gómez Mont, ex secretario de Gobernación que renunció al PAN molesto por el tema de las alianzas electorales. Se trata de puros "ex", cuyo resentimiento ostensible ha sido inexplicablemente ignorado por los comentaristas que insisten en considerar a Roberto Gil, como "el gallo del Presidente".
Además de los candidatos mencionados hubo otros tres, y al final el ganador Gustavo Madero integró su Comité Ejecutivo incluyendo a elementos afines a los otros cuatro contendientes, en proporción a la votación obtenida en el proceso por cada uno de ellos.
En tal escenario, la conclusión difundida en los medios según la cual "el candidato de Calderón perdió..." es poco probable. Es difícil aventurar si Calderón impulsó un candidato específico como dirigente de su partido, o si una vez eliminado el radicalismo de Manuel Espino se abrió la puerta a un reacomodo en automático de las diferentes corrientes internas, que puede ser el inicio de una regeneración del PAN con vista al reto colosal que encara en estos días: Reconectar con los ciudadanos electores de este país, frente al grave riesgo de volver al pasado autoritario de la era priista.
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