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DISFRUTANDO DEL SONIDO

DON'T STOP BELIEVIN'/ JOURNEY

LUIS DEMETRIO MORENO CALVILLO

Existen muy pocas obras culturales tan representativas de una época y de una sociedad, como lo es la melodía Don't stop Believin', que va más allá de ser un clásico del rock.

Journey, con su sonido muy acorde al Hard Rock estadounidense de inicios de los años 80, captura un momento del imaginario estadounidense con esta pieza que nos habla de un par de solitarios que se encuentran por casualidad: uno de ellos es sólo una chica de pueblo viviendo en un mundo solitario, el otro sólo un chico citadino proveniente y criado en el Sur de Detroit (la ciudad industrial más castigada en la historia de los Estados Unidos).

Para ellos y otros solitarios la noche avanza y avanza, mientras escuchamos como entra la batería, el bajo y la guitarra. La melodía nos menciona que hay extraños que esperan, sombras que se buscan en la noche, gente que sólo vive para buscar algo de emoción; entra un solo de guitarra ochentero y al final, escuchamos el coro que profesa que no hay que dejar de creer.

Sobra decir que Steve Perry con su timbre vocal encumbra esta pieza. Si Don't stop Believin' no es poesía, ¿qué puede serlo en el Siglo XX?

Esta canción es una oda a la soledad y esos momentos de la vida que llamamos felicidad.

Su carácter musical tan popular la convierte en una pieza humilde con el que toda una generación se cimbró, y que hoy en día, por este mismo carácter, es una referencia constante en la cultura popular, que lo mismo provoca que toda la pandilla de Peter Griffin (Family Guy) se emocione al interpretarla en el Karaoke, o que Charlize Theron y Christina Ricci se enamoren mientras patinan en la película de Monster, entre otras referencias más en la televisión y el cine, siendo la más memorable la tétrica sensación que provoca esta canción en la escena final de Los Sopranos, siendo un encore sublime para una serie sublime.

Claro que Journey nunca dejó su carácter comercial en los 80, y nos trajo más éxitos como la también potente Faithfully, alejándose de ese sonido que escuchamos en canciones como Wheel in the Sky de finales de los 70, aunque lo realmente feo fue ver a Steve Perry teniendo éxito con bodrios como Oh Sherry.

Como sea, Journey nos dejó esta rock ballad que tiene la cualidad de crear emoción, esperanza y euforia, que es de lo que están hecho las buenas canciones.

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